Capítulo 1

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Una luz cegadora hizo que parpadeara varias veces, sin saber dónde estaba y que había pasado. Giré un poco la cabeza y veo a un señor con una bata blanca, miro en frente y mis piernas y pies estaban tapadas por las sábanas grises y tristes, esto no ayuda nada para la autoestima.

- Oh, Marie, despertaste –escuché una voz grave y firme. Giré de nuevo un poco mi rostro y le miré. –Soy el Doctor Evans.

- Hola –dije con la voz ronca, cómo si no hubiese hablado hace años. Era alto y tenía canas, se veía simpático y acogedor, por lo menos algo que me sienta sentir cómoda en esta habitación gris y fea.- ¿Dónde estoy?

El doctor Evans suspiró y acercó una silla para sentarse.

- Estas en un hospital, tuviste un accidente con tu hermana Nicole, ¿recuerdas algo al respecto? –alzó una ceja y yo involuntariamente me mordí el labio y todos los recuerdos de la noche en que íbamos al concierto se reprodujeron en mi mente. –Marie, tranquila, no llores.

Sin darme cuenta mis ojos dejaban escapar lágrimas, llevé mi mano a las mejillas y pude notar que tenía cortes, muchos cortes y estaban rojos.

- No te desesperes, sufriste de varios cortes debido a los vidrios –dijo mientras tomaba mi mano y la ponía debajo de las sábanas, las lágrimas no cesaban de tan solo pensar lo peor.

- Nicole... ¿dónde está mi hermana? –tartamudeé mientras me ahogaba con las lágrimas.

- Les diré a tus padres que has despertado, pero primero, tengo que revisarte para ver que todo esté en orden –ignoró mi pregunta y no quise volver a protestar, sólo lloraba en silencio mientras el doctor me revisaba las piernas, los ojos y los brazos. Luego de unos minutos vi entrar a mis padres, mi mamá estaba llorando y mi papá al borde de las lágrimas.

- ¡Dios mío, mi bebé! –exclamó mamá mientras me abrazaba, yo como pude pasé un brazo por su espalda sin poder incorporarme y abrazarla por completo. Quedé horrorizada al ver que mi brazo estaba morado, por completo. Tenía cortes rojos al igual que en mi mano. Me hundí en el cuello de mamá mientras la dos sollozábamos, no tenía idea de qué diablos había pasado, pero si mi brazo está así, no quiero ver el resto de mi cuerpo. Mamá se separó un poco de mí y limpió mis mejillas haciendo que mi rostro ardiera. Se apartó y papá vino a abrazarme, me dolió la espalda cuando lo hizo debido a su fuerza, pero me dio igual.

- Mi niña... -susurró mi padre en mi cabello. – Gracias a Dios que estás bien.

- ¿Mamá...? –dije con la voz entrecortada. - ¿dónde está Nicole?

Mamá volvió a soltar lágrimas, pero esta vez mirándome con una sonrisa.

- Ahora no te podemos decir nada, pero tranquila, con el tiempo sí –me acarició el mentón mientras que yo la miraba confundida.

- ¿Ella, ella murió? –volví a llorar.

- No, cariño no, ella está bien –me consoló mi padre. Solté todo el aire que tenía retenido en los pulmones. En eso entró una enfermera, era de estatura media, tenía el pelo castaño y parecía de treinta y cinco años, al verme me sonrió y luego miró a mis padres.

- Lo siento, señora y señor Waetford, Marie necesita descansar –dijo con una sonrisa y mis padres asintieron.

- Nos vemos pronto cariño –sonrió mi mamá dándome un beso en la mejilla.

- No, no se vayan –exclamé alarmada.

- Tranquila, bebé. Mañana vendremos a visitarte y estaremos todo el día aquí, te lo prometo. Ahora tenemos que avisarle a los familiares que estas bien –sonrió mi papá y me dio un beso en la frente. Salieron por la puerta sin antes sonreírme y luego la enfermera se acercó a mí. Me acarició la frente quitando el resto de cabello en mi cara y me sonrió dándome fuerzas y comodidad.

- Marie, yo soy Clarisse, seré tu enfermera –me volvió a sonreír y yo le devolví la sonrisa como pude.

- ¿Qué me ha pasado, Clarisse? –dije en un susurro, ella me sonrió apenada y luego caminó hasta una esquina de la habitación, regresando con una almohada. La puso detrás de mí y me sentí algo más cómoda.

- Tú y tu hermana tuvieron un horrible accidente –dijo luego de unos minutos. – Lo lamento, pero eso es todo lo que te puedo decir.

Suspiré, como pude puse mi cabello hacia el lado derecho de mi hombro y comencé a acariciarlo.

- Nadie me dice nada –susurré. Clarisse me sonrió y luego me acarició la cara, cosa que me tranquilizó.

- Es muy pronto para decirlo, llevas durmiendo dos días, es recomendable que vayas enterándote de la noticia de a poco.

Me quedé un segundo mirando la nada, cómo si ya no quisiese hablar.

- Te traeré tu cena, debes estar muerta de hambre –dijo de repente, miré por el ventanal que había en mi habitación y era de noche. Asentí y ella salió por la puerta. Me recosté sobre los almohadones y las lágrimas no tardaron en volver a salir.


Hospital «Shawn Mendes»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora