Capitulo 4

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Pablo se miró el brazo, Manu le había pinchado con algo.

Normalmente en un sueño no sentiría el dolor de la misma manera en que lo estaba sintiendo.

-¿Con qué me has pinchado?

-Como según tú esto no es más que un sueño así que supongo que ha sido la punta de una estrella mágica o
algo así.

-Ja-ja, muy gracioso...

-Da igual, ya hemos perdido mucho tiempo, Pablito... Y no tenemos toda la noche.

-Déjame pensar, Mía era el pasado, así que te ha tocado el presente?

-Muy bien, me has ahorrado la presentación... Iremos directamente a los hechos.

-A los hechos, que teniendo en cuenta que es la madrugada de Nochebuena,
deben ser fiestas diversas que yo
obviamente no estoy disfrutando, ¿no?

-De hecho no vas desencaminado, vamos a ver a alguien que también se las está perdiendo... ¿Te suena?

Pablo borró su sonrisa burlona de la cara, estaban en el viejo cuarto que Marizza compartía con Mía en la casa de Sonia y Franco. Ella estaba alli, durmiendo, pero su cara no era de descanso, si no de tristeza agotamiento.

Quiso tocarla pero su mano atravesaba todo cuanto habia a su alrededor.

-No estás aquí para cambiar nada, sólo eres un observador.

Pablo se enderezó y volvió a su gesto serio.

-Siento que esté así, pero hay cosas inevitables.

-Marizza ha llorado toda la noche hasta quedarse dormida. Tú y yo la conocemos, sabes que evitaría todo lo posible llorar delante de Sonia y sin embargo no ha podido evitarlo.

-Te repito que lo siento, me parte el alma verla así pero no hay nada que pueda hacer, es ella la que desconfía de mí.

-Pensé que esa parte había quedado aclarada en la visita de Mía.

-Bueno, ahora la comprendo, entiendo que pudiera sentirse vulnerable ante Paula, aunque no tenia motivos. Pero nunca me lo dijo, y no puedo dejar de pensar que es porque su orgullo está por delante de cualquier otra cosa.

-¿Del amor?

-También.

-Entonces quizás podrías explicarme por qué se ha pasado llorando las últimas horas.

-A nadie le gusta que termine una pareja, pero a veces es lo mejor. Cuando uno de los dos deja de amar al otro, desde luego.

-¿Es ese tu caso?

Pablo frunció el ceño, era la segunda vez que se le hacía esa pregunta y, aunque no le gustaba tener que
responderla, tenía la respuesta dolorosamente clara.

-No, no es mi caso.. Pero sí el suyo.

-¿Cómo puedes creer eso viéndola así?

-Te repito que el dolor lo pueden provocar muchas cosas, pero no significa que ella siga enamorada de mí, al menos eso es lo que me ha demostrado en los últimos meses.

-Bueno.. eso quizá tenga otra explicación. Creo que echas
en falta algo relacionado con esto..

Pablo contempló la estancia en la que habían aparecido.

No la conocía, pero intuía su finalidad: era una celda. En un lateral, sobre la cama alta de una litera, su padre dormía plácidamente.

-Saldrá en unos días, ¿no es cierto?

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