𝐓𝐒𝐆 || Cuando el pequeño Harry Potter pisa Hogwarts es lo contrario a todo lo que habían esperado.
Encantador por naturaleza, un prodigio y más importante. Un Slytherin.
Bienvenido al Juego de Serpientes, que el mayor mentiroso gane.
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I: EL SOMBRERERO LOCO
Albus Dumbledore fue muchas veces descrito como un hombre con buen carácter y gran generosidad. Cosas que la cara pálida del actual director de Hogwarts no enseñaban en aquel momento.
El hombre estaba completamente alarmado al enterarse de dónde habían llegado las cartas de admisión a Hogwarts de Harry Potter.
Las cartas se han entregado nada menos que al Orfanato Moonchild en la 7th Westbrook Street.
Se sorprendió cuando se enteró que el pequeño Harry Potter, a quien él mismo había dejado en el porche de la casa de sus tíos en el número 4, Privet Drive, ahora vivía en un orfanato.
El hombre se encontraba inquieto afuera del aquel establecimiento.
El edificio estaba en un estado deplorable, con grietas en cada esquina visible. Se acercó hacia los dos pilares que indicaban dónde se encontraba la puerta de entrada al orfanato y, sin más preámbulos, entró.
Unos pocos niños que jugaban con algunas muñecas rotas se volvieron para mirarlo fijamente, claramente para ellos, no era común ver a un anciano con una túnica y un sombrero color lilas.
Se dirigió al mostrador donde se paró una dama regordeta con un peinado desaliñado sostenido por un lápiz y le habló.
—Buenas tardes. Tengo una cita con la Sra. Wayland, que, si no me equivoco, es la directora de esta institución.
—¡Oh! —La chica exclamó, sorprendido por el extravagante atuendo de Dumbledore.
—Um... espera un segundo... Sra. ¡Wayland! —Llamó, girando la cabeza.
Alguien respondió desde un pasillo hacia un lado.
—¡Ven!
Dumbledore caminó hacia un pasillo de azulejos en blanco y negro. Era viejo y desgastado, pero impecablemente limpio.
Una mujer delgada y de aspecto nervioso, que tenía un delantal, se apresuró al final del pasillo. Su rostro agudo mostraba más ansiedad que disgusto, y cuando se acercó a Dumbledore miró hacia atrás hablando con otro asistente que también llevaba delantal.
Ella lo miraba con tanto asombro como si fuera una jirafa.
—Buenas tardes —la saludó y le extendió la mano. Ella lo miro boquiabierta como si no pudiese creer lo que veía. —Me llamo Albus Dumbledore. Envié una carta solicitando una visita y tuviste la amabilidad de coordinar una visita hoy.
La Sra. Wayland parpadeó. Después de decidir que aparentemente Dumbledore no era una alucinación, en silencio, dijo —¡Ah, sí! Ejem... Bueno, entonces será mejor que vayamos a mi oficina.
Ella lo llevó a una pequeña habitación que servía como sala de estar y oficina, que estaba tan limpia como el pasillo, cuyos muebles parecían viejos y desiguales.
