Jayson & Lea (2)

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Narración del capítulo 30

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Narración del capítulo 30

—Ven aquí— estampa sus labios en los míos, dejando en el olvido la llamada que me ha revuelto el estómago—. Desde ayer dejamos algo pendiente.

—¿Ah sí? ¿Qué era?

Hablamos al mismo tiempo que nos damos castos besos.

—Arrancarte la ropa y memorizar cada parte de tu cuerpo con mis labios— ronronea, acariciando mis muslos.

—Hmmm, será mejor que empecemos— lo empujo hacia abajo y me impulso un poco más hacia arriba para alcanzar sus labios.

—Me encanta esta fase de Lea traviesa— sus manos se cierran en mi trasero, estrujándolo con deseo.

—Menos hablar y más actividad, señor Tomate.

—Sí, patrona.

Deshago los botones de la camisa arrugada que trae puesta y la tiro abierta, lo que me ofrece la oportunidad de admirar su torso como si fuera la primera vez que lo viera. No tiene cuadros, pero si el abdomen duro, con la larga V que se termina de ocultar entre sus pantalones.

Mis dedos se deslizan por su pecho, causando que mi misma piel se estremezca. Su temperatura corporal está ardiendo, o puede que sea yo quien esté ardiendo por el deseo que cada vez me asfixia más.

—Lea— gruñe, cerrando con cuidado una de sus manos en mi cuello. La otra que tiene debajo de mi vestido, la saca para subir a mi hombro y deslizar el tirante a un lado—. Lea, Lea, Lea— saborea mi nombre con melosidad.

—Dime, señor...

—No me digas señor Tomate.

Mi pulso se altera cuando sus dedos se deshacen del otro tirante y jalan la prenda hacia abajo. Sus ojos se vuelven salvajes al ver lo endurecidos que están mis rosados pezones.

Mierda, ni siquiera nos hemos tocado tanto y mi cuerpo ya es un revoltijo de sensaciones.

—¿Y cómo quieres que te diga?— tomo el atrevimiento de preguntar.

De forma inesperada, Jayson gira sobre la cama, hasta que quedo debajo de él, sin escapatoria. Creí que me iba a besar o contestar la pregunta, pero, en cambio, se aparta de mí para sacar el vestido de mi cuerpo. Tiemblo completamente al percibir sus finos dedos rozar mi piel. Aunque prefiero que sean sus labios.

—Llámame lo que quieras, menos señor Tomate.

—¿Por qué?— lo empujo hacia al frente para sentir el bulto de su pantalón en mi centro.

Por otra parte, Jayson se quita la camisa y la tira al suelo. Después se vuelve a colocar encima de mí, empujándonos los dos más al medio de la cama.

—Porque me gusta el apodo, pero no en la cama.

—¿Y si te llamo papi, así como...?

Me tapa la boca.

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