Maximiliano & Nicole (2)

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Narración del capítulo 52

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Narración del capítulo 52

Impulsa su cuerpo hacia arriba, sosteniendo la hebilla de mi cinturón para evitar perder el control de sus piernas que tiemblan por recibir cualquier tipo de afección. Apachurro el cachete de su culo, recordándole que, con tan solo manosearla, puedo ofrecerle parte de esa descarga que está buscando.

Nicole es una mujer chaparra a mi lado, y tenerla en una tarima que me llega un poco más arriba de mis propias rodillas, me obliga a encorvarme para iniciar el recorrido de besos desde su boca hasta su cuello. Succiono con fuerza, sabiendo que puedo dejarle algunas marcas que cualquiera podrá ver mañana. ¿Me importa? Un poco. No me gustaría pensar en las impudicias que pasarán por sus cabezas en cuanto a cómo llegaron esos chupetes ahí, pero, en este instante, me importa muy poco. Ahorita se trata de complacerse el uno al otro y luego preocuparse por las huellas que queden como evidencia.

Nicole deshace el cinturón, jalándole fuera de mi pantalón para, posteriormente, desabrochar el botón y bajar la cremallera. Cuando creo que va a meter su mano debajo de mi bóxer para acariciarme, se salta a deshacer botón por botón de mi camisa de vestir.

Dejo de besar su cuello, curioso de observar la desesperación con la que me quiere desnudar. No tengo ningún problema, mucho menos siendo que ella solo tiene una fina tanga que apenas y la cubre. Si quiero ser salvaje, puro romperlo con un solo tirón.

Tentador.

Al descubrir mi pecho, sus labios van a dar a mi corazón y, en lugar de subir, desciende como si estuviera correteando gotas de helado que se resbalan por mi piel. Se siente bien, igual que las últimas veces que lo ha hecho, es que, joder, le fascina besar y rozar con su lengua mi pecho y abdomen.

Vuelve a sentarse arriba de sus pantorrillas, viéndose pequeña delante de mi imponente altura. Con ojos perforados de deseo, jala la liga de su muñeca derecha y se vuelve a recoger su cabello, asegurándose de no dejar ningún mechón suelto.

Ella continúa con su recorrido que ha dejado pendiente a la altura de mi ombligo. Cuando alcanza los pocos vellos que salen del elástico de mi boxer, entiendo cuál es su objetivo. Antes de que siquiera baje las prendas que tienen encerrado a mi endurecimiento, la sostengo del mentón y la forzo a mirarme a la cara.

Necesito mirar si realmente está lista para escalar a este tipo de intimidad, aunque en el fondo estoy que muero por ver sus labios envueltos en mi miembro, probándome.

—¿Qué? —sus ojos están grandes, casi como si estuvieran bajo el efecto de alguna droga.

—¿Estás segura? —acaricio con mi pulgar su labio inferior. Ella asiente, observándome como si estuviera apreciando un Dios del Olimpo—. Necesito palabras, Nicole.

—Sí.

—Ya sabes que si algo no te gusta, me dices y paramos, ¿queda claro?

—Siempre eres tan mandón, me fascina —ríe.

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