PARTE II

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Aquella misma noche, unas horas antes...

La joven se detuvo frente a un edificio pequeño y elegante. Había un cartel en la fachada: Club 666 y un póster de un demonio con flequillo blanco y los ojos bicolores. Sonreía seductor, inclinado sobre el espectador, invitándole a pasar.

La chica entró. El interior del local estaba decorado con terciopelos en distintos tonos de rosas y morados. Frente a un escenario con pasarela y barra de pole dance, se distribuían mesas redondas con manteles blancos de no más de dos o tres comensales. Miró al palco. Un demonio morado, con amplia sonrisa (tan amplia como su sombrero de plumas) y gafas en forma de corazón fumaba un extraño cigarro que emitía humo rosa. El humo impregnaba la sala. Olía fuerte. A perfume intenso, de esos que se echan las señoras mayores. La chica arrugó la nariz. El hombre estaba rodeado de diablesas de generosas curvas y piel de colores que se encargaban de cumplir todos sus deseos.

La chica tomó asiento en una de las mesas. La vela del centro brillaba en sus pupilas verdes. Un murmullo de voces poblaba la sala, a la espera de que comenzara el espectáculo. Un demonio-camarero se acercó a ella:

—Qué va a tomar la señorita?

La chica, cruzada de brazos, lo miró arqueando la ceja. El demonio arrugó la nariz y el terror se apoderó de sus ojos. Gotas de sudor frío recorrían su frente.

—Cerveza —dijo ella mientras el camarero se retiraba acobardado.

La chica esbozó una media sonrisa y acomodó las sucias botas en la mesa. El móvil vibró en el bolsillo de su chaqueta. Lo miró.

Es increíble como es de buena la cobertura que hay en el Infierno.

La pantalla del teléfono mostraba un nombre:

Sam

La chica puso los ojos en blanco, colgó la llamada y se guardó el aparato en el bolsillo. Justo en el momento en el que una diablesa, de pelo rubio y ondulado y rostro redondo tomaba asiento a su lado:

—Vaya, vaya. ¡Qué entrañable sorpresa! —exclamó la recién llegada, sarcástica, repiqueteando en la mesa con las uñas— ¿Creía que los Winchester os habíais jubilado?

La muchacha forzó una sonrisa, achinando los ojos.

—Tengo un negocio pendiente. ¿Cómo estás, Meg?

—Ayden.

—Ayden

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EL PACTO DE ALASTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora