PARTE III

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—¿Qué quieres, Ayden?

Un escalofrío recorrió la espalda de la muchacha. Aquella sonrisa. Aquella maldita sonrisa helaba los huesos. Ayden tragó saliva y se obligó a ser fuerte. Agarró el anillo que llevaba colgado al cuello. Alastor no pasó por alto el gesto.

—Lo que mejor que se te da— respondió Ayden con el labio tembloroso—. Hacer un pacto.

Alastor chasqueó los dedos y desapareció del control de Ayden. Ella, anonadada vio, como reaparecía entre una nube de polvo púrpura y se sentaba en el tocador.

—Ya sabes cómo funciona— el demonio apenas le prestaba atención. Estaba ocupado arreglándose las cejas frente al espejo—. Te colocas en un cruce de caminos, haces un ritual, te dan diez años... bla bla bla...

—¿Te crees que no lo he intentado? —Ayden se cruzó de brazos— Ya nadie quiere pactar con una Winchester.

Alastor, sin dejar de sonreír, arqueó una ceja y la miró desde el reflejo. Estaba claro de que ya no era una niña, en realidad, lo había dejado de ser hace mucho tiempo. Demasiado pronto. Sus ojos rojos brillaban en la penumbra.

—Además —añadió— el pacto que propongo no está al alcance de cualquiera. Requiere a alguien muy poderoso.

—¿Quieres resucitar a tu hermano Dean? Creía que el primogénito de los Winchester había aceptado tu destino.

Ayden, sonrojada como una adolescente, apartó la mirada. Alastor abrió muchísimo los ojos.

—El ángel —concluyó sin dejar de sonreír—. Quieres que saque a Castiel del vacío.


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EL PACTO DE ALASTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora