Akane empieza a esforzarse

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Akane empieza a esforzarse.

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—Tienes que esforzarte, Akane —La joven gimió, con la cabeza escondida en la almohada de la cama. Su cuerpo tendido se aplastaba contra el colchón, sus pies colgaban por el borde de este, helados, ya que las zapatillas habían resbalado. Y un testarudo cerdito negro no paraba de pincharle el hombro con su hocico—. ¡No te esfuerzas lo suficiente en recordar!

Hasta P-chan piensa que no me esfuerzo.

—No me acuerdo —repitió ella.

—¡Te acordarías si lo intentaras de verdad!

—¡Ya lo he intentado!

Después de pasar cerca de quince minutos atrapada en un paralizante estado de shock arrodillada en el suelo de la habitación, Akane se levantó y en un intento por regresar a la realidad decidió vestirse y hacer la cama. Poner su cuerpo en marcha con tareas sencillas hizo que su mente empezara a espabilarse, de modo que siguió recogiendo la ropa de la noche anterior que estaba por el suelo y recolando algunos objetos del cuarto a su antojo, solo para sentir que tenía un poco de control sobre la situación.

Y aunque trató de no mirar demasiado pues no quería descubrir nada de esos tres años en blanco que la pusiera más nerviosa, le fue imposible no percatarse de que en aquel dormitorio no había ni un solo adorno navideño y eso la escamó. Desde niña se encargaba de decorar su cuarto para la fiesta y no se le ocurría ninguna razón para haber dejado de hacerlo.

Tendrá que ver con el dichoso deseo, como todo lo demás.

—¿Es que quieres quedarte aquí para siempre? —inquirió P-chan, entrecerrando sus ojillos y soltando un gruñido—. ¡Eso es lo que pasará si no eres capaz de cumplir tu deseo!

Akane resopló.

¡Pues claro que no quería quedarse allí!

Eso sería como perder tres años de su vida en una noche. ¿Cómo iba a manejar una vida con tres años vacíos de recuerdos? No podría disimular y el resto del mundo, igual que sus hermanas ahora, pensaría que se había vuelto loca.

No podía vivir una vida en la que todos la trataban diferente, no entendía nada y la navidad se había convertido en algo tan frío e insignificante.

Pero sobre todo no podía vivir una vida en la que Ranma no estaba.

¿Dónde te has metido?

Tenía que recordar su deseo, pero por más que lo intentaba le resultaba imposible.

Repasó todo el día anterior desde que se despertó hasta el momento en que estuvo frente al Bosque de Deseos. Era capaz de recordar las caras de la pareja de enamorados con la que se cruzó, la mayoría de detalles que había en el pabellón de cristal, la sensación de frío y humedad que invadió su cuerpo al cruzar el umbral... Recordaba cuales habían sido sus pensamientos mientras caminaba entre los abetos. En un momento dado se le ocurrió pedir hermanas más comprensivas, un marido mejor, incluso que la navidad desapareciera. ¡Pero estaba segura de que había rechazado todas esas ideas cuando se le ocurrió su auténtico deseo!

¿Qué fue? ¡¿Qué?!

Las palabras llegaron a ella del tirón y las escribió igual de rápido en la tarjeta, la cerró, la colocó en el árbol y después... el destello de luz.

El Deseo de AkaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora