Akane recibe su deseo

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Akane recibe su deseo.

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La cálida brisa que soplaba esa tarde tenía algo especial. Traía consigo las últimas esencias de jazmín de la temporada, haciéndola pesada y somnolienta, y su temperatura, robada a un sol moribundo que se hundía en el horizonte de tejados de Nerima, era muy agradable. Pronto el cielo se tornaría purpura y azul oscuro, últimos vestigios de su paso por la tierra un día más.

Pero era tan apacible.

Las últimas horas de la tarde, cuando todo está más calmado. El mes de junio también estaba finalizando en una perezosa ceremonia que daría paso al verano pero aún se podía disfrutar de la temperatura.

De su brisa...

Akane sintió el impulso de parpadear pero se contuvo de fruncir el ceño. No era solo el aire lo que sentía sino que otra mano se deslizaba por el perfil de su rostro, de abajo arriba una y otra vez, con calma y delicadeza. No hacía demasiado tiempo que el tacto de esa mano había sido torpe y desatinado, pero el aprendizaje de algo puede ser velocísimo cuando existe una buena motivación para ello.

Finalmente entreabrió los ojos y el rostro de su prometido apareció ante ella, como flotando perdido en ese mar purpura que se dibujaba sobre ellos. Su mano era diligente a pesar de que sus ojos se perdían en la lejanía. Y por el modo en que sus cejas se aplastaban sobre estos, supo que pensaba en algo poco apetecible, lo cual la hizo salir con rapidez del estado de somnolencia en el que estaba.

Se agitó, cuan larga era, llamando la atención del chico tendido a su lado. Este parpadeó y la miró con una pacífica sonrisa; de las más pacificas que nunca le había visto. Entendió que sus preocupaciones escapaban de su atención igual que Akane solía olvidarse de lo que estaba pensando cuando Ranma la miraba fijamente.

Esa idea casi la hizo ruborizarse.

—¿Qué pasa? —preguntó, adormilada y girando el cuerpo hacia él. Las tejas salientes se le clavaron en los riñones pero no hizo caso—. ¿Ya vuelven?

En el feliz Junio nadie de su familia conocía la relación auténtica que mantenían ambos prometidos, por lo que solían esperar a quedarse solos para dar rienda suelta a sus sentimientos que, por otro lado, aún eran de lo más inocentes. Ese día inventaron excusas bastante convincentes para no acompañar a su familia a la celebración del Nagoshi No Harae, el solsticio de verano, en el templo de la ciudad. Esperaron un rato después de que todos se hubieran marchado y subieron hasta el tejado de la casa para que no pudieran cogerles por sorpresa a su vuelta.

Akane solía sentir una feliz sensación de orgullo cuando ideaban esos planes secretos para seguir engañando a su familia y poco a poco, se estaba llenando de una confianza grandiosa de que jamás serían descubiertos.

—Aún deben seguir en el templo —opinó él—.Seguro que han armado alguna de las suyas...

Eso era más que probable dado que Genma, por alguna razón que todos los demás desconocían, había insistido en acudir al templo convertido en panda y Nodoka, muy molesta, había querido del mismo modo llevar su katana.

Pero Ranma dijo eso con muy poco interés, por lo que su preocupación debía estar en otro asunto.

—¿Qué ocurre? —El chico apretó la mandíbula un instante y apartó la mano del rostro de la chica dejando una sensación fría. Se recolocó a su lado para mirarla a la cara.

El Deseo de AkaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora