Akane elige la navidad

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Akane elige la navidad

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Akane salió de la cocina cuando Tofú regresó. Intercambiaron una sonrisa que ambos entendieron y, tras dejar al matrimonio a solas cerrando la puerta, se apoyó un instante en la pared y antes que en cualquier otra cosa, pensó en Ranma.

Y en la carta que él había escrito y ella llevaba en su bolsillo desde que la encontró. Metió la mano para rozar el papel.

La familia también lo necesita.

La chica sonrió.

Tú ya lo sabías, ¿verdad? Apretó el papel con cuidado, imaginando que así podía contactar con el chico, allá donde estuviera, y hacerle llegar sus pensamientos. También te fuiste por esto, ¿a qué sí?

Ranma había madurado mucho en estos tres años. No solo había tomado la resolución de alejarse porque, cierto o no, pensara que ella estaría así más tranquila. Sino que también lo había hecho por Kasumi, por su embarazo, por todos... y, aunque en otro tiempo se hubiese podido sentir celosa al reconocer tanto mérito en el atolondrado chico, Akane se sintió orgullosa de él, de una manera genuina y sincera.

Y eso la hizo sentirse mejor consigo misma.

Yo también estoy madurando se dijo. O quizás estaba empezando a seguir los consejos de su hermana mayor porque, como casi siempre, llevaba razón en lo que le había dicho.

Desde la boda, Akane había empezado a tratarse de un modo muy peligroso, casi sin darse cuenta. Se autoimpuso ser otra persona, alguien a quien aspiraba a ser porque se convenció de que eso era lo que los demás querían, pero lo hizo de un modo equivocado. En lugar de trabajar en sí misma, trató de reprimir la parte de ella que creía inadecuada.

Sus sentimientos, sus reacciones, sus pensamientos más viscerales... y nació en ella la idea de que debía apresurarse por madurar. Sin contemplaciones, sin ayuda. Y al no conseguirlo, empezó a culparse y a acumular ansiedad, angustia, irritación... Estaba claro que eso mismo había seguido haciéndolo durante esos tres años y el resultado, ahora podía verlo, era terrible.

Kasumi añoraba a la antigua Akane, a la que ella había intentado reprimir. Al deshacerse de la niña insegura que se perdía en rabietas de vez en cuando, también había desechado a la chica que se ilusionaba con la navidad y la alegría. Todo iba en el mismo paquete. Se había estado midiendo con una vara tan alta que nadie, ni siquiera su perfecta hermana mayor, podía alcanzar.

Ella misma lo había dicho. Todos sentimos, a veces, cosas que no nos gusta sentir pero luchar contra ellas solo las hace más fuertes; hay que aceptarlas como parte de nosotros y seguir adelante.

No he sido justa conmigo misma, ni con mi familia, ni con Ranma...

Pero debía aprender de sus errores y lo hecho, hecho estaba. No iba a sumirse en un estado de lamentos y culpas que volvieran a dejarla paralizada. Se dio cuenta de que tenía una oportunidad para remediarlo todo.

—Bueno, ¿qué piensas hacer?

Akane parpadeó y bajó la mirada al suelo. Al toparse con P-chan recordó súbitamente el asunto del plazo de tiempo, del deseo y todo lo demás... Y comprendió que era esperanza asustadiza lo que brillaba en los oscuros ojos del animal. Ella le sonrió de la manera más amable que pudo.

El Deseo de AkaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora