¿DÓNDE ESTÁ?

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Ya había amanecido y todos se reunieron en la cocina para desayunar, todos menos Mario. Pensaron que estaría en el baño pero tras media hora de espera y revisar los baños y habitaciones se empezaron a preocupar.
-¿Y si él ha sido el primero?
-Alicia no digas eso, si no nos hemos separado.
-¿Que os tengo dicho? ¡Que no me llaméis eso! Que el próximo muerto será gracias a mí y porque no me llamáis como os digo.
Miguel la miró asustado pues esas palabras iban para él.
-Pues no sé vosotros pero yo ya tengo asesina aquí. La medio muerta esa.
-Mira rubia que te arranco las extensiones.
Entre las dos chicas se podía cortar la tensión con un cuchillo, ninguna se fiaba de la otra.
-Bueno,¿seguimos discutiendo o buscamos el cadaver de Mario?
-Cheng, no digas cadaver, quizás siga vivo-dijo Eva.
-Ya bueno. Ya estamos avisados de que vamos a morir.
-¿Nos dividimos para buscarle?-preguntó Eva.
-No, divididos somos más débiles para el asesino. Yo no me quedo sola y menos con otra persona.
Cheng miró a Calavera y con una sonrisa la respondió.
-De mí te puedes fiar. No te haría daño, bueno no os haría daño a ninguno.
Calavera le miró mal y Miguel sonrió sarcástico.
-Que se nos ha enamorado el chino. No tienes nada que hacer con ella.
Todos salvo Cheng rieron hasta que no aguantó y por primera vez levantó la voz.
-¿Podríais dejar de decir estupideces? Mario probablemente esté muerto y vosotros de cachondeo.
Todos bajaron la cabeza arrepentidos, todos menos Miguel, quien agarro del cuello de la camisa a Cheng.
-Mira idiota, a mí me hablas bien, ¿entendido?
-Suéltalo imbécil. Y comenzemos a buscar-dijo Calavera.
Miguel la miró amenazante, y soltó al asiático.

Mario miró a su alrededor, dolorido y aturdido. Alzó la cabeza y se dió cuenta de que estaba atado y amordazado. Estaba en una especie de cabaña semiderruida, cuando entró una figura no muy alta, con una capucha que le tapaba el rostro. El pánico se apoderó de cada fibra de su ser. No podía ser, no podía morir así. La persona que acababa de entrar llevaba una pequeña mochila, la cual dejó sobre una mesa de madera. Ignorando a Mario, comenzó a sacar cosas de la mochila. Un machete, una navaja, unas tijeras, unos alicates y un mechero.
-¿Quién eres?-preguntó el chico, una vez que se quitó la cinta adhesiva de la boca.
-Cállate.
-¿Qué hago aquí?
-Divertirme-dijo la figura, aún encapuchada.
-¿Divertirte?
-Ahora lo verás.
-No no, suéltame-dijo intentando soltarse.
Pero era inútil, estaba atado por varias cuerdas a una tubería saliente. La figura se acercó a él, con todas sus siniestras herramientas. Y se quitó la capucha.
-¡Tú, por favor no lo hagas!
La última palabra terminó en un grito, que vendría seguido de otros muchos hasta llegar a su último grito.

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