Viajar a Charlottetown por libros es mi pasión. Incluso cuando esta semana mamá esté como loca por mi cumpleaños —pese a que es el próximo mes— y la navidad, un buen libro lo arregla todo. El problema es que no soy de Charlottetown, si no más bien de un pueblito cercano, pero por suerte tengo la ventaja de viajar de vez en cuando a hacer mis típicas compras mientras mis padres adoptivos tienen sus recados.
La noche comienza a asomar mientras las ruedas del coche se desplazan por el camino asfaltado y las luces nos alumbran por sectores. No cae nieve, pero en las orillas se pueden ver pequeñas mantas blancas que tapan el césped durante estos meses, como si él invernara.
Marilla repasa en voz alta todo lo que debemos comprar, pero yo solo puedo ver los billetes que llevo en una mano y la lista en la otra. Tengo MUCHO por comprar debido a que hace tiempo que he estado en un bloqueo lector. Aunque Marilla me mira por el espejo retrovisor con cierta desaprobación, yo no le hago caso, después de todo, es mi dinero con el que compraré todo esto.
El coche manejado por Matthew estaciona detrás de un Volkswagen azul, el cual por mis adentros cuestiono. Se ha parado como a un metro del cordón, lo que no creo que sea normal según las leyes de tránsito. ¿Quién puede ser tan imbécil? Sacudo la cabeza, esa no es la cuestión. Debemos ir a la librería.
Las calles están atestadas de gente por la navidad —aunque faltan días—. Los locales se llenan de una variedad de extremidades y considerables porcentajes de dinero en los bolsillos. Los trabajadores se mueven en gran velocidad envolviendo obsequios y una chica cruza a otra tienda para pedir más moños. Escucho a un hombre preguntando dónde puede conseguir muñecas barbie a un menor precio, pero la dependiente le explica que aquel será el costo más barato que obtendrá, y claro que el señor no le hace caso.
Finalmente llegamos a mi lugar en el mundo. Desde lo lejos puedo ver una extensa línea irregular de personas en esa dirección, pero conforme me acerco certifico que todos están esperando para ser atendidos en un supermercado. La librería, por otro lado, se encuentra casi vacía.
—Anne, nosotros iremos a la tienda de niños —Marilla toma mi brazo, como si fuera a perderme entre la gente que se mueve a nuestro alrededor—. Quizás tardemos buscando el regalo para Minnie May —asiento, encantada. ¿Tardanza? Más tiempo para mí—. Si sales antes que nosotros, ¡no se te ocurra irte de aquí!
Oh, tranquila, estos libros y yo tenemos una laaaaarga cita.
Detrás nuestro, Matthew aprieta los labios. Mi padre adoptivo, un hombre tan... adulto... y de cientos de arrugas como su hermana Marilla —y mi madre adoptiva—, apenas opina en situaciones como estas a menos de que sean de suma importancia, pero sus facciones me dicen que no vea un alboroto en las palabras de Marilla. Ella-es-así.
Mientras habla, yo miro la vidriera adornada con luces navideñas. Hay cientos de libros recostados y en estantes. Algunos ya los leí, otros no son de mi género favorito y la mayoría están en mi lista. Veo las sillas dispuestas afuera, puesto que también es una cafetería, y considero tomar algo si la tardanza de Matthew y Marilla se prolonga. Lo que me parece gracioso es que haya sillas fuera teniendo en cuenta la nieve que no tardará en caer con abundancia. Más aún un grupo de chicos que observan los lugares con grandes ganas de acercarse.
Cuando Marilla me suelta el brazo soy feliz y corro hacia la entrada. Mi cerebro se detiene un segundo con el cartel de "tire", recalculando su significado y cómo emplearlo con mis manos. Claro, hacia dentro.
Me equivoco.
Bien, al revés.
La calefacción golpea mi rostro y la pesada puerta se va cerrando detrás de mí, mis dedos no sueltan el picaporte por si las dudas golpea demasiado fuerte y causo un alboroto.
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MI AMOR DE LIBRERÍA; Shirbert [✓]
Fiksi PenggemarDonde Anne encuentra a la persona indicada en el lugar indicado. © mortexst - todos los derechos reservados. No se aceptan copias ni adaptaciones