TRES

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—¡Oye, Temo! —La voz de Yolo se escuchó por el patio, deteniéndolo en seco. Se giró para verla saludando y corriendo hacia él, largos rizos rubios rebotando alrededor de su bonita cara—. ¡Jesús, hombre, espera!

Temo esperó pacientemente a que lo alcanzara y luego pasó un brazo alrededor de los hombros para un abrazo lateral—. Hey, cariño. No te he visto mucho en estos días.

—Ugh, lo sé. Siempre estoy muy ocupada, y tú eres el hombre invisible. —Yolo se puso de puntillas y luego saltó a besar su mejilla antes de reanudar su caminata hacia su próxima clase—. Entonces, escucha, voy a tener una fiesta el viernes por la noche, y no has respondido.

Se mordió el labio y dejó de caminar para sacar su teléfono—. ¿A qué hora?

—Ocho. —Yolo estiró el cuello tratando de ver su pantalla. Él levantó su mano para no dejarla ver—. ¿Qué hay en esa maldita cosa que es tan súper secreta? Actúas como si tu vida privada fuera una mierda de espía a lo James Bond. ¿Necesito una autorización especial para ver tu calendario?

—Sí. —Temo mostró su mejor sonrisa—. Lo siento.

—Mhm. —Yolo sonó dudosa, pero no podía hacer mucho al respecto. La privacidad de sus clientes estaba en riesgo cuando la suya propia se veía amenazada, y Temo necesitaba demasiado el dinero como para poner en peligro su discreción.

Después de un momento analizando el calendario y calculando los tiempos de viaje, suspiró y agitó la cabeza—. Lo siento. No puedo hacerlo. Tengo que estar al otro lado de la ciudad a las diez, y estás demasiado al norte para que yo pueda llegar a tiempo.

—Entonces, ¡llama a un Uber! Puedes permitirte un Uber. Una vez. Para llegar a mi fiesta. —Yolo le puso ojos de cachorro.

—Bien.

Yolo chilló y lanzó sus brazos alrededor de él.

—Vienen dos asistentes de la Cámara, y tres reporteros de tres medios diferentes. Estas personas tienen conectes, bebé. Tienes que codearte. No es bueno que te escondas solo todo el tiempo. Nadie te ve, Cuauhtémoc. Nunca. Ni siquiera estás en Facebook. A veces me pregunto si siquiera existes, y luego te veo por el patio lleno de gente y recuerdo que eres una persona humana real que camina entre los vivos.

Temo deseaba poder decirle lo que lo mantenía tan ocupado. Demonios, se moría por contarle a alguien—cualquiera—que se había follado al Aristóteles Córcega hace casi dos semanas. Que se lo estaría follando de nuevo el viernes por la noche. Pero Yolo no necesitaba conocer a Tadeo. Nadie quien que ella quisiera conocer.

Ninguno de sus amigos lo sabía, y eso requería mantenerlos a distancia. Se sentía solo, pero eso es lo que era. Tadeo pagaba la costosa educación de Cuauhtémoc, y Temo pagaba la carrera de Tadeo al perder una vida social.

—De acuerdo, tengo que irme. —Yolo lo abrazó de nuevo y luego se despidió con la mano mientras ella retrocedía—. ¡Nos vemos el viernes!

—Sí, nos vemos, cariño. —Temo la vio irse con una mezcla de anhelo y alivio.




Temo tardó más de seis horas en terminar su ensayo sobre la política pública internacional comparada con Europa, la mitad de la cual pasó en la biblioteca y el resto la pasó revisando bases de datos en línea. Mientras trataba desesperadamente de refinar su declaración de tesis, sus pensamientos se dirigieron a Aristóteles. ¿Qué tan malo sería, exactamente, llevar su ensayo a su cliente por la noche y pedirle una retroalimentación sobre su trabajo?

shameless: a marriage of convenience | aristemo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora