Prólogo 1/2

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente

No puede ser... Maldición, maldición—una mujer joven, de 22 años, tez clara y pelo azabache, totalmente desesperada intentaba comunicarse con alguien—contesta por favor, contesta.

La llamada solo entraba a buzón de voz y ella no sabía que hacer, en su estado solo atinaba a lanzar insultos hacia su receptor y a soltar lágrimas.

Por otro lado un hombre mayor, de 38 años, tez trigueña, rubio y de orbes ámbar; ignoraba constantemente las insistentes llamadas de su amante.

Ella estaba bastante nerviosa, pues sabía que había hecho una metida de pata enorme, al haberse dejado llevar tan a la ligera y enamorarse de aquel hombre. Pero eso ahora no importa, ahora ambos tenían que hacerse responsables de sus actos, o al menos eso pensaba ella.

Al llegar el ocaso, la mujer al fin pudo comunicarse con aquel hombre.

Por fin respondes, estuve intentando contactarte todo el maldito día—dijo la azabache enojada—tengo que decirte algo importante.

Estaba ocupado, que paso? No tengo mucho tiempo—contesto el rubio confundido—además, te dije qué no me llamaras tanto por las mañanas. Dime, acaso quieres que nos veamos otra vez?

N-no, será rápido—aquella joven nerviosa y con un nudo en la garganta dijo—estoy... Embarazada.

¿Qué?

Que estoy embarazada, tienes que hacerte cargo—decía entre sollozos.

Mierda—el hombre en la otra línea sonaba frustrado y enojado—usé condón, ¿cómo carajos paso esto?

No lo sé, se rompió, tal vez.

Sí claro, tal vez te acostaste con alguien más y ahora intentas pasarme la responsabilidad—dijo molesto—que otro te crea.

¿Pero qué carajos te pasa?! No estoy mintiendo, es tuyo, solo he estado contigo—grito la joven entre triste y enojada—n-necesito que te hagas responsable.

Creo que se te esta olvidando algo—dijo cansado—tengo esposa, hijos y una imagen que mantener, es más ni siquiera estaré en Japón tanto tiempo, se supone que esto era solamente algo casual.

¡Jódete! Me dijiste que me amabas, eres un maldito mentiroso.

Carajo—soltó, seguido de un suspiro—ve al mismo lugar de siempre, yo paso por ti—colgó.

Ambos quedaron en verse el día siguiente.

—Ugh, maldición, ¿qué voy a hacer?—sollozaba la joven.

Aquella joven, de nombre Nara Matsuo era una japonesa de clase media, solamente era una oficinista común y corriente, a la que asignaron como asistente temporal de un CEO de una empresa extranjera.

Instinto Animal (Izuku x Male Reader) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora