Capítulo 19

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–Parezco un muchacho —declaró Draco con desaprobación.

—Bien. De esta manera no atraerás atención inapropiada —contestó Remus—. Las batallas están llenas de ellos.

—Me gusta —bromeó Harry, que estaba sentado observando el resultado—. Estás muy atractivo.

Resultaba impresionante lo bien que estaba Draco con su armadura de cuero y los pantalones oscuros. Llevaba su espada colgada del cinto y las manos protegidas con guanteletes. El pelo caía sobre la espalda recogido en una única y larga trenza. El casco de bronce descansaba sobre la mesa.

—Me siento raro —se quejó Draco. Remus había insistido en que también llevara ropa interior de hombre y echaba mucho de menos su corselete de seda.

—Vestido de esta manera no destacarás entre los soldados —dijo Harry con firmeza—. Y eso te beneficia. ¿Pones en duda que Marvolo vuelque todas sus energías en destruirte si acude y te ve vestido de mujer en el campo de batalla?

—Tienes razón. Me pondré un vestido bonito cuando ganemos esta batalla.

—Y yo... —Harry se detuvo y miró a Remus.

—Se lo arrancaréis, lo sé.

—¡Remus! ¿Cuándo aprenderás a morderte la lengua?

—¡Nunca! —rió Remus—. Eso es lo que más valoráis en mí. Os dejaré sola durante un cuarto de hora, pero después tenemos que irnos.

Escapó de la habitación y cerró la puerta al salir.

Draco se volvió hacia Harry con ojos tristes.

—¿Por qué tienen que luchar los hombres? ¿Por qué no pueden aceptar la belleza de nuestra tierra y vivir sencillamente en paz?

Harry se puso de pie, se acercó a él y le rodeó con sus brazos en un casto abrazo.

—Los hombres no están hechos de esa manera. Están hechos para luchar y competir.

—¿Pero a muerte?

—Dime, mi amor, si tu hermano está allí, ¿dejarás que cometa todos los males que desee?

—¡Lucharé a muerte contra él antes de dejar que dé rienda suelta a su crueldad y maldad! —dijo Draco entre dientes.

—Como hacen todos los hombres, buenos o malos, cuando son empujados al límite. —Harry le abrazó con más fuerza y luego le soltó y se separó de él—. Tienes un alma bondadosa. Quizás sería mejor que te prohibiera acompañarme.

—Eso quisierais, mi señor. —Draco se enderezó y sonrió valerosamente—. A la guerra, mi señor, y a la victoria.

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Para Draco era una cuestión de honor ir a caballo todo el camino en lugar de viajar en uno de los carros de aprovisionamiento. A veces parecía que con todas sus preocupaciones por su supuesta fragilidad Harry olvidara quién era en realidad y que podía montar como los otros hombres. Se alegró de ver que tenía la misma yegua que había llevado cuando visitaron el palacio de verano. El animal también pareció recordarle y le acarició los dedos con el hocico.

Después de la novedad de la armadura nueva y la ropa de hombre, Draco se había acostumbrado rápidamente. Como todo general, Harry estaba muy ocupado dirigiendo las operaciones, recibiendo informes de los exploradores y estudiando su estrategia. Eso hacía que no estuviera siempre al lado de Draco, aunque intentaban dormir cerca, en el suelo, cuando la columna se detenía para pasar la noche.

A diferencia de otros generales cuya condescendencia requería de tiendas grandiosas y muchos sirvientes, Harry vivía como sus tropas. Consideraba que la velocidad era la esencia de la victoria. No tenía ganas de acabar sobrecargado por el boato de su rango.

La concubina [DRARRY/HARCO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora