Sentí cuando encendió la luz, no la podía ver pero sabía lo que hacía: recorrer mi habitación ordenándola. Mi madre tomó mi ropa y la comenzó a clasificar, podía imaginarla haciéndolo por cómo sonaban los cajones cuando los abría y cerraba. Se inclinó cerca de mí y me movió, intentando despertarme, pero no cedería. Susurró mi nombre, una, dos, tres veces, pero aún no cedí. Me revolqué, haciendo que todo cruja, y bufé, o gruñí, y ella se molestó.
Lo sabía por su tono de voz, era tarde y era jueves.
Cuando levanté la cabeza, la vi mirarme. Su expresión se calmó, ya cedí.
—Saldré con Claire está tarde, después de clases —dije.
Qué lamentable que sea mentira.
—Llega temprano, las calles son peligrosas a esas horas. Además, está lloviendo ¿Te llevo a clases? —Asentí, ya estaba sentada en mi cama buscando mi celular entre las sábanas. Cuando lo encontré, le tecleé un "buenos días", pero a él no le importaría cuántos mensajes le mandes si no estás buena.
No estoy buena, definitivamente, pensé.
Minutos después me llegó la respuesta, de él.
De él.
La embobada cara que llevé todo el día no me la pudo quitar nada ni nadie, ni siquiera la clase de álgebra, ni siquiera el hecho de que no me quedara dinero para almorzar, ni siquiera el caluroso salón provocándome jaqueca, nada. Lo observé en todas las clases y él me miraba devuelta, nos sonreíamos mutuamente. Antes de irme a su casa, me acerqué a Claire para pedirle que me cubra,
—La cosa es que mi madre cree que iré a tu casa —le expliqué mientras asentía. Sus ojos azulados me miraban justo a las pupilas, me incomodaba. Me dejó ir cuando él se acercó a mí, indicando que nos vayamos.
Su suave mano apretaba la mía, de una forma linda. El día estaba nublado, pero hacía calor y mi cara ardía, más tarde comenzaron a caer gotas y para cuando llegamos a la entrada de la residencial, ya estaba lloviendo.
Mientras caminamos, pensaba en el daño que le hacía a mi madre, pero no importó cuando él entrelazó sus dedos con los míos, su olor invadió mis fosas nasales, sus labios tocaron mi mejilla y luego mi cuello.
Y el sol se puso, la luz anaranjada entró por la ventana y se reflejó en su rostro. Todo estaba en silencio, el olor a menta del cigarro llenó la habitación, me acerqué a sus labios pero se alejó. Y no lo entendí...
Sólo puedo ver una luz blanca, oigo mis latidos, no siento mi cuerpo. Intento moverme, pero nada. Una voz se escucha, no puedo entender las palabras.
El agua cae sobre mí y sepulta las mentiras que alguna vez dije.