Especial San Valentín

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Esposa:

Historia:

El trabajo es un tanto pesado, en especial un lunes en la tarde. El sueño, cansancio, y hambre hacia que no pudiera concentrarme en mi computadora. Lo peor del caso es que no tengo mucho que hacer realmente. En la mañana terminé lo que el jefe me había pedido y ahora solo miraba el reloj para ir a comprar algunos chocolates y pasar el día de San Valentín junto a mi amada esposa. Quizás vayamos a un restaurante, o haga la cena. No sé realmente qué haremos, pero seguro nos lo pasamos bien.

El reloj al fin dio las cinco de la tarde. Junto a mi varios empleados se levantaban de sus asientos y salían de sus oficinas. Me puse mi chamarra y me dispuse a salir al fin de estas cuatro paredes que parecían una cárcel. Me despedí de algunos de mic compañeros y amigos antes de irme a mi auto.

Conducí un poco, y llegue a un mini mercado que había cerca al edificio donde vivía. Estacioné y bajé del auto. Caminé con calma hasta el local y me dispuse a comprar algo para la noche. Una caja de chocolates, una botella de vino, y algunos otros dulces que sé que le gustaría a mi esposa.

Al pagar me dispuse a ir a mi hogar, lugar que no estaba muy lejos. Al llegar, estacioné en mi lugar y bajé. Mi departamento estaba en el cuarto piso más más menos. Subí al ascensor y con calma esperé hasta al fin llegar a mi piso.

Sacar las llaves de mi bolsillo y abrir fue quizás lo mejor que hice en mi vida. Las luces estaban apagadas, y al tener cargando las cosas no pude encenerserlas hasta llegar a la cocina.

—¡Amor! —dije en voz alta, pues era raro que yo llegara primero al departamento, pues ella salía más temprano de su trabajo como secretaria. No sabía porque las luces estaban apagadas, y tampoco porqué no recibí ninguna respuesta.

Con algo de confusión avance por el pasillo hasta llegar a nuestra habitación.

—Amor, estás aquí... —decía yo, pero me quedé callado al ver un cartel en la puerta pegado. La tomé y la leí.

"Espero te guste mi regalo. Feliz San Valentín TQM"

Sonreí un poco, esperándome algún regalo como una camisa, o algo parecido. Pero al abrir la puerta vi algo que nunca me imaginé.

Allí estaba ella, de rodillas en el suelo. Vestía una lencería color rosa. Sus ojos estaban vendados con una típica venda de dormir, mientras que sus manos estaban atadas con una cinta de regalo del mismo color que su lencería. Esto sin mencionar que en la punta de su cola había un pequeño moño.

No me lo creía, ella se estaba entregando como regalo hacia mí. Y yo que traje vino y chocolate. Que suertudo que soy, y más con una esposa tan hermosa. Mi corazón latía con fuerza y rapidez bastante emocionado por lo que acababa de ver.

—Así que supongo que eres mi regalo~ —dije en un tono bastante coqueto mientras me acercaba a ella.

Un pequeño movimiento de cabeza de arriba a abajo fue su respuesta. No hablaba, pero si me podía escuchar.

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