Capítulo Segundo

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El funeral de Claudia se realizó un día después de su muerte. Acudió prácticamente toda la Universidad. A algunos les parecería emotivo. Un bonito detalle para despedir su alma.

Siempre me he preguntado el sentido de estos rituales. Los muertos no los "ven". No "escuchan" las supuestas palabras bonitas que les dedican. Están muertos. Yo misma me llevo sus almas nada más fallecen.

¿Qué adónde? Lo siento, secreto profesional.

Supongo que es lo que hace la ignorancia. El celebrar este tipo de actos cuando en realidad no sirven para nada. Pobres ignorantes…

Siento mi falta de tacto. A veces olvido que tú también eres como ellos. Humano, me refiero.

¿Acaso te sorprende? ¿Y qué esperabas de alguien como yo?

...

Mejor dejemos el tema. ¿Recuerdas que te he dicho que todo el mundo fue al funeral de esa pobre infeliz que murió? Si no, sólo sube unas líneas, no es tan difícil.

Pues bien, adivina quién faltó.

Exacto. Quizás te parezca un poco extraño. Bueno, ya lo entenderás.

Todo a su debido tiempo.

* * *

Tarde lluviosa. Cómo me gustan.

Todos estaban despidiendo a Claudia. Todos, menos ella.

—¿Para qué ir? Total, nadie me va a echar en falta. Claudia está muerta, el que yo vaya no va a hacer que reviva.— Decía intentando convencerse a sí misma. Sí, a veces hablaba sola. Pero, ¿quién no lo ha hecho alguna vez?

De repente, un rayo. La habitación quedó iluminada durante unos segundos, dejando ver a nuestra chica sentada en una de las camas de la sala. Sí, había dos camas. Todas las habitaciones del campus eran para dos personas. Supuestamente.

¿Que por qué estaba sola? Eso es algo que a día de hoy sigo preguntándome, créeme. Si es que puedes creer a La Muerte, claro.

* * *

Al día siguiente, después del funeral, la policía, que llevaba investigando dos días, se encontraba en el despacho de la directora Yolanda.

—Gracias por recibirnos señora Gómez.— saludó cortésmente el agente Marcos.

—No, por favor no las dé. Cualquier cosa por saber qué fue lo que sucedió.

—Muy bien, no nos llevará mucho tiempo. —continuó la agente Ana.— Verá, queríamos comentarle algo que descubrimos ayer por la tarde, durante el funeral de la joven, me consta.

—Adelante.

—Bien, hemos sabido que el incendio... no fue un accidente.

—¡¿Cómo?! —La mujer se sorprendió tanto que derramó el café que se encontraba sobre su mesa. He de reconocer que eso me causó gracia. ¿Ves? La Muerte también puede tener sentido del humor.

—Así es señora. —Continuó el agente Marcos.— Fue provocado.

—¿Quién podría querer que sucediera algo así? —Yolanda, santiguándose.

—Eso es lo que queremos averiguar. ¿Ha habido algún otro incidente del estilo en el centro?

—No no, no que yo sepa. Tan sólo llevo aquí un par de años.

—Muy bien, gracias por su tiempo. Cualquier avance, se lo haremos saber. —Dijo Ana a modo de despedida.

Alma en llamas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora