Hanako el ladrón y estafador más conocido de la ciudad, ha cometido su primer secuestro. No debería ser difícil mantener aislado a un rehén, ¿verdad? Lamentablemente Yashiro Nene, una detective bastante reconocida, es una rehén un tanto... peculiar...
— Lo siento — fue lo último que escuchó la joven detective antes de que todo se volviera oscuro
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El pelinegro observó a la joven pelicrema inconsciente en el sofá cama. Con pasos lentos salió de la habitación y se dirigió a la sala; y antes de que pudiera si quiera tomar un libro de la pequeña repisa, escuchó un ruido. Sin dudarlo, corrió hacia la habitación donde se encontraba la detective.
No había nadie
La ventana estaba abierta
— Mierda—maldijo Hanako
Sin embargo; no estaba desesperado, tampoco asombrado.
Simplemente sonrió con travesura y sin apuro se encaminó a la cocina
Al llegar, se apoyó en el marco de la puerta
— ¿Sería tan amable de prepararme el desayuno oficial? —preguntó Hanako con una sonrisa
— ¿Hum?... Oh, qué lástima —respondió Nene con falsa tristeza, cerrando la nevera — Ya me encontró
— Es usted muy inteligente, señorita Yashiro—elogió el pelinegro acercándose lentamente a la joven
— Digo lo mismo de usted... Hanako— replicó Nene con una sonrisa
El joven pelinegro se detuvo delante de la pelicrema.
La observó minuciosamente, de pies a cabeza; de seguro cualquiera que presenciara aquella escena diría sin dudarlo que él estaba devorándola con los ojos.
Hanako llegó a una conclusión, después de su breve análisis
"Yashiro tiene una apariencia encantadora e inocente, pero es mucho más astuta e inteligente que todos los policías del país juntos" pensó con interés y diversión
— Si aún no has terminado de devorarme, adelante, continúa. No tengo ningún problema — dijo Nene con una sonrisa amable, pero con los ojos bermellón llenos de ira, retándole a que se atreviera a observarla otra vez
Hanako dejó escapar una carcajada divertida
— Bueno, si usted así lo quiere, entonces puedo devorarla con mucha más confianza —bromeó el pelinegro con una sonrisa traviesa
La joven dejó escapar una carcajada, no por la broma dicha anteriormente sino por el descaro del ladrón
— Devóreme sin compasión —dijo la pelicrema guiñándole un ojo
