Pʟᴜᴠɪᴏғɪʟɪᴀ || Sano Manjiro [Bonten]

•4•

La luz del sol oscilaba en la habitación de Ame, esta se levantó y salió al balcón que había en su habitación. El olor a humedad debido a la lluvia llenó sus fosas nasales. Si a la peli azul le dieran a elegir un olor favorito, sin duda respondería el olor a humedad de la lluvia.

El día estaba un poco nublado, pero el sol podía dar perfectamente contra su cara, a pesar de que este no era muy cálido.

Hoy Ame se tatuaría el símbolo de Bonten.

Antes de salir de su habitación, se dirigió al enorme vestidor para ver que se pondría hoy.

Pov's Ame

Una vez terminé de vestirme, salí de la habitación para dirigirme al salón.

Mi vestimenta consistía en una falda negra junto a una camiseta de tirantes blanca. También me había puesto una chaqueta negra para evitar pasar frío. Respecto a zapatos me coloqué unas botas hasta el tobillo negras con un poco de altura junto a unas pantie-medias negras.

Llegué al salón donde encontré a Kokonoi en la mesa que había tecleando en su laptop algo mientras tomaba café.

— ¿Dónde se encuentra Manjiro? — le pregunté al peli blanco.

— Está en su habitación — me respondió sin siquiera despegar la vista de su laptop.

— Gracias — dije bajo para retirarme de allí.

Volví sobre mis pasos, pues la habitación de Mikey se encontraba justo al lado de la mía.

Toqué la puerta antes de entrar, no recibí respuesta por lo cual entré sin más.

En el interior me encontré con el peli blanco sentado en su cama mirando a la nada.
Me acerqué y me agaché frente a él.

— Hey — le llamé mientras pasaba mi mano frente a él — Manjiro.

Al escucharme llamarlo por su nombre pareció hacerlo reaccionar, pues despegó su mirada de la nada para dirigirla hacia a mí.

— Hace mucho tiempo que no escuchaba ese nombre — me confesó — ¿Podrías decirlo otra vez?

— Manjiro —

— Gracias — bajó su cabeza escondiendo su mirada entre su cabello.

— Hey~ no bajes la cabeza — puse mis manos en su rostro para levantar su cabeza y hacer que me mirara de nuevo.

Nos quedamos un rato mirándonos.

De cierta forma, entendía a este chico. Estaba roto, al igual que yo, no tenía a nadie, al igual que yo, no quedaba nadie de su familia con vida, al igual que a mí, él se había dejado consumir por la oscuridad, al igual que yo.

Éramos tan parecidos pero a la vez tan diferentes.

Sentí algo cálido en mi pecho que no podría explicar, presentía que debía permanecer al lado de este chico.