Capitulo 37

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Lebetty se queda congelado en la puerta como si fuera visto algún tipo de demonio, chasqueo los dedos para que ella reaccione y funcionó, tartamudeando me dejó entrar a su hogar, al parecer no tienen tanto personal. Quitarle los esclavos les afecto mucho.

—S-su majestad ¿Quiere una taza de té?

—Me encantaría — se sienta en un sillón.

Ella fue a la cocina, escucho como enciende la estufa y alguien más le ayuda con el té de hierbas, mientras están en eso me levanto y me acerco a otra criada.

—Disculpe — le toca el hombro.

—¿Si majestad? — hace una reverencia.

—Sé que Ian está aquí, tráelo por favor.

—Pero, la señorita Lebetty dijo…

—Recuerda quién es tu Emperatriz.

Me miró en silencio, asintió y se fue a buscar al niño, espero que los hermanos ya hayan encontrado a Glorym, sería lindo tenerlos a los dos conviviendo.

Lebetty regresa con una charola y una sirvienta con aperitivos.

—Escuche que a su majestad le gustan los arándanos — sirve el líquido caliente en una taza de porcelana.

—Tiene razón, me gustan. Gracias — sorbe un poco.

Entre nosotras hay un silencio incómodo y tensó, para Lebetty Navier es su única emperatriz; tiene demasiadas fotos de Navier que me hacen sentir ansiosa por su fanatismo.

En eso ella habló primero.

—Su majestad ¿Qué la trae por aquí? — juguetea con sus pulgares.

—Vine a dar un paseo por la finca Rimwell y… Por Ian.

—¿Ian? ¿Por qué?

—No puedo dejarlo con una tía que no lo ama.

—¡P-pero él es hijo de una esclava!, ¡De la segunda emperatriz!

—¿Y? — amenazante.

—¡…! — se sobresalta.

En cierta forma no es mi derecho reclamar a un niño de una esclava fugitiva y peor si era la segunda emperatriz, sin embargo, siento lástima por unos niños que no tienen la culpa de nada, que crecerán ocultándose y siendo discriminados al punto de tener miedo.

Quiero darles una buena vida.

Escucho el llanto de un niño, levanto la mirada viendo la de Lebetty llena de miedo y temblando.

La criada lo acerca, él se esconde detrás, pero puedo ver con claridad su carita y ropa hecha harapos. Al parecer no lo alimentan correctamente.

—Lady Lebetty, me llevaré al niño al palacio y no quiero escuchar sus quejas, no obstante la tendré vigilada. Recuerde lo que le pasó a su padre y hermano, es posible que también le pase a usted.

—U-uh…

Sin decir más me levanté y salí de la casa para subir al carruaje, pero el problema es que Ian estaba temblando que no se podía mover.

—Pequeño albino ¿Pasa algo?

—Mmm… — baja la mirada asustado.

—Pequeño Albino ¿Me tienes miedo? — se agacha a la altura del menor.

—… — asiente.

—Pequeño niño ¿Qué te han dicho de mí?

—Demonio… ojos azules…

Mi espada y su Majestad [La Emperatriz Divorciada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora