Prólogo

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Naomicita te manda besos.


Adrien

El bar

¿Que más daba un día de descanso?.

Bueno, eso era lo que pensaba esta mañana hasta que las sensuales caderas de la castaña qué siempre me encontraba, me sedujeron.

Había bebido demasiado después de tener una fuerte discusión con una de mis modelos o mejor dicho "mi chica" o pronto lo sería.

Así es, soy dueño de la cadena de entretenimiento "Agreste", diseñador de ropa y joyas, y también, el que posee a la gran belleza de Francia, supermodelo reconocida mundialmente; Marinette Dupain-Cheng , que por cierto, conozco desde que estaba en el vientre de mi madre y planeaba hacer mi novia.

Pero más allá de la rabia que había corrido por mis venas hace unas horas, la tristeza me inundaba. Sus hermosas perlas marinas no abandonaban mi cabeza y aquella sensación de culpabilidad me hizo beber una botella de whisky completa.

Tomaba de las caderas aquella castaña, Lila... Una empleada de aquel bar de mala muerte.

Me hundía en ella con fuerza y rapidez, ella estaba sobre un sillón sobre sus rodillas y palmas de mano mientras gemía descontroladamente.
Tomé su desordenado cabello castaño y lo jale mientras trataba detener una mejor sensación pero nada lo lograba.

Miraba hacia la pared tratando de imaginar que tenía a una linda azabache justo ahí conmigo.

-Ah Mari-guñi al momento de imaginarlo y golpee con más fuerza ,porque si, la deseaba más a ella que nadie en el mundo y lo aceptaba.

-Adrie...-escuche la linda voz de Marinette vagar por mi cabeza, o no, de hecho la había escuchado resonar por las paredes de esta habitación junto a mis respiraciones agitadas y los gemidos de la castaña.

Mi corazón se desenfreno, volteé mi cabeza sobre mi hombro y miré a Marinette parada sosteniendo la perilla de la puerta. Su boca estaba un poco abierta, parecía que trataba de articular alguna palabra pero no lo logro, sus ojos se tornaron cristalinos y lágrimas se formaron en estos. Rápidamente negué con mi cabeza, solte las caderas de la castaña y con una almohada traté de cubrirme pero no valia la pena porque ni así podía justificar o negar lo que ella había visto.

-Disculpa, no debía entrar sin tocar la puerta-sentencio con una voz cortada, una voz fría que jamás había escuchado de ella.
La mire darse la vuelta e irse corriendo de ahí.

-¡Marinette!- La llamé pero no regreso. Me reincorpore y subí mis pantalones rápidamente.

-aquí te dejo el dinero-dije sacando los pocos billetes que tenía en mis bolsillos, pues usualmente nunca traía más que mi tarjeta.

La castaña me miró con una cara incredulidad que decidí ignorar porque ciertamente no me importaba.
Salí de aquella habitación de un portazo con mi corazón latiendo rápidamente , mi mente y alma rogando porque ella estuviera ahí afuera para poder pedir disculpas o dar una explicación.

Mis ojos esmeralda pasearon por todo el lugar tratando de encontrarla, pero no fue así... Ella ya no estaba, se había ido y todo era mi maldita culpa.

Siempre la dañaba, siempre le gritaba, incluso aquella vez en la universidad cuando ella confesó sus sentimientos la rechace. Yo era una maldita mierda con ella y todo porque así me habían criado, porque en aquella etapa de mi adolescencia incluso desde mi niñez, justo en ese momento cuando todos somos una aspiradora qué se lleva todo lo vivido en esos momentos, mi madre murió y quede al cuidado de mi padre, tan frívolo, tan seco, tan frío y tan mierda como yo.

Nunca deje de querer a mi padre, y no lo culpo de nada, ni siquiera de aquella vez que me hizo sentir y ser insignificante, el mismo maldito día que ella tenía que llegar con su infinita inocencia y decirme lo que sentía.

Maldigo una y otra vez no tener el valor de decirle que yo también sentía lo mismo, pero en ese entonces, mi padre seguía allí, en cada paso, en cada decisión que tomaba, en cada respiro que daba.
En ese entonces, Marinette no era lo que es ahora, ella era lo que mi papá llama "obstáculo" o "debilidad".
Ahora habían pasado ya 2 años, no tenía quien me cuidara en mis acciones aunque si un padre viejo más racional, pero ,yo seguía siendo el cobarde que no habla de lo que siente, y si , lo que siento hacia la misma chica desde cuarto grando.

Cerré mi puño con fuerza y golpeé una de las mesas de allí.
Con frustración y dolor salí corriendo, afuera estaba completamente desierto a excepción de unos cuantos autos que pasaron sobre la carretera.
¿A dónde pudo haber ido? A estas horas y más aún ¿cómo y con quién?.

La sensación de culpabilidad recorría mis venas, mi cabeza me recordaba lo malo que soy con ella.
Gruñi con desesperación y frustración. Mi mirada llegó hasta el suelo en dónde pude observar una pequeña cadena de oro tirada. Me agaché un poco y la recogí entre mis dedos, era el brazalete que Marinette usaba en su tobillo y por cierto había diseñado solo para ella, tenía hermosas y pequeñas plumas de oro blanco que lo adornaban y estaban sobre los delgados hilos de oro trenzado con unos hermosos diamantes azules.

-Mierda- masculle para mí mismo. Me odiaba , odiaba mi yo en todo aspecto. Soy una maldita basura, y eso no es un secreto.

¿Les gustó? Déjenmelo saber para poder continuar esta historia.
Si llegamos a las 10 vistas :v , subo el capítulo 1 así que apoyen bichitos.

Solo mía➜+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora