𝚄𝙽𝙾

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"la última vez que nos vimos."

Nuestros cuerpos chocar y tus gemidos eran música para mis oídos, hacíamos la rutina de cada noche, pero a pesar de ello, que placer me causaba saber que eras sólo mía.

— Ay, Tomás. — Dijiste delicadamente mi nombre, una perfecta sinfonía sin duda.

Recorrí tu cuerpo con mis labios, estaba enamorado de cada detalle de este, que tus ojos color miel me volvían más loco que cualquier otra droga existente.

— Te amo. — dije sin más, cayendo rendido a tu lado, no contestaste y a pesar de nunca hacerlo, estaba seguro que sentías lo mismo. — Anastacia. — Te nombré, sabía lo mucho que odiabas tu nombre completo, pero era la única forma de llamar tu atención.

— Campos. — Intentaste ocultar tu desagrado al llamarme por mi apellido, algo que sueles hacer muy seguido. — Ya sabes que no debes de quererme...

— Porque esto no llegará a ningún lado. — Completé aquel patético sermón que repites cuando te hablo con el corazón. — Lo tengo claro, ¿qué de malo recordarte lo mucho que te amo? — te tomé de la cintura y acerqué tu cuerpo desnudo más al mío, reíste un poco.

— Mañana te irás. — dijiste sin más.

— Y sabes que me puedes acompañar. — Negaste.

— No pertenezco a tu mundo, Tomás. — bufé.

— Venimos de donde mismo.

— Pero no vamos a donde mismo, tú haces música y sos increíble y yo... yo seguiré utilizando mi cuerpo para conseguir plata, salir del barrio y ver qué me prepara la vida. — Me viste a los ojos, los cuales quemaron el hielo por unos minutos, dejándome ver lo tristes que estaban, puede que no me demostrabas lo mucho que me querías, pero la emoción tus ojos solían delatarte. — No pertenezco a tu futuro y no mereces mi presente.

— No sé cuándo entenderás que no me interesa lo que está escrito y los prejuicios Ana. — solté. — sólo quiero darte lo que mereces.

— ¿A cambio de qué?

— ¿A cambio de qué, qué? — reíste por mi confusión.

— ¿A cambio de que me darás "lo que merezco"? — hiciste comillas con tus dedos.

— Pues, uh... estar juntos, ¿no?, ¿de eso se trata? — Negaste riendo, te soltaste de mi agarre y te levantaste de la cama, dejándome apreciar tu cuerpo desnudo.

— No se trata de eso. — tomabas tu ropa del piso y te la colocabas. — No soy mujer de nadie, aunque esté con todos.

— Flaca...

— Siempre regreso a ti porque pensaba que siempre estarías aquí, cuando te vayas en menos de un mes de olvidarás de mi.

— Nunca podría olvidarme de ti.

— Lo harás, créeme. — comenzaste a colocarte tus tacones. — Todos lo hacen al vivir mejor, se olvidan de quien estaba cuando todo era peor. — suspiraste y por unos segundos te quedaste en silencio, viendo a la nada, pareciendo que mentalmente buscabas qué decir. — Lamento mucho que la noche de tu despedida hablemos de esto.

— Lamento mucho que esta sea nuestra despedida Anastacia. — dije y me recosté del lado opuesto al tuyo dándote la espalda, he de admitir que aunque muy en el fondo sabía que no me seguirías, estaba decepcionado.

— Espero que te vaya bien en todo lo que hagas. — Escuché tus tacones resonar en la habitación, acercándose a la salida de esta. — Si necesitas alguien para lo que sea... ya sabes que aquí estaré.

— Gracias Ana. — fue lo único que me sentí capaz de decir, estaba triste, enojado. Me sentía idiota por pensar que estarías dispuesta a seguirme.

— Adiós. — Una incómoda despedida fue suficiente para que ese día salieras de mi vida.

Me arrepiento tanto de no seguirte esa noche, me arrepiento de cegarme por mi tristeza, incluso me arrepiento de no despedirme, pero si supieras cuánto me dolía que no te quedaras, entenderías el por qué fui un idiota que te dejó ir.

Toda la noche anhelé tanto tu calor, que solamente podía pensar en la noche en que nos conocimos.

𝑓𝑙𝑎𝑐𝑎 | 𝙲.𝚁.𝙾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora