L'inizio

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Giorgia Soleri es actualmente conocida como modelo, poeta, activista por la Vulvodinia y por las mujeres.

Pero, ¿qué tuvo que pasar para llegar a donde está?

Nació en Milán, Italia.

Un 3 de enero de 1996.

Cuando era muy pequeña, sus padres se separaron y desde entonces su padre se vió muy poco involucrado en su vida; por supuesto que lo quería, pero jamás había tenido una buena relación con él; la relación fue siempre a medias.

Su madre se volvió a casar unos años más tarde y Giorgia tuvo lo que había deseado durante muchos años, un hermano.

A los 15, Gio decidió mudarse sola dentro de Milán.

Pronto cumplió 16 años y entonces la vida que había comenzado a construir se desmoronó.

Para entonces tenía novio.

Había encontrado a su primer amor.

Se había hecho su primer tatuaje.

Había descubierto el sexo.

Era una adolescente como cualquier otra.

Hasta que todo empezó.

El primer dolor...

Giorgia llevaba ya un par de años menstruando y sus periodos solían ser muy duros pero estaba acostumbrada a ellos.

Sin embargo, ese dolor no se comparaba.

No estaba acostumbrada a él.

Jamás lo estaría.

Al estar en una relación las cosas comenzaron a complicarse.

Ella no podía tener sexo.

Le dolía demasiado.

Así que su novio la dejó diciéndole que inventaba los síntomas para no estar con él.

Ella joven y sola quedó devastada pero tuvo que seguir con su vida, no podía permitirse caer.

Entre el dolor físico y el dolor emocional, sentía que no podía más; así que fue al médico. Salió sin una respuesta y con la que se convertiría en la frase más escuchada al mencionar su dolor:

"Estás exagerando"

No, no estaba exagerando.

Al final, al no tener una respuesta se resignó y se volvió compañera del dolor.

Era su único acompañante, el más fiel.

Estaba presente en las noches, impidiéndole dormir.

En el día, complicando su vida cotidiana.

Algunos días ni siquiera comía porque el dolor le quitaba el apetito.

Giorgia al dolor.

El dolor a Giorgia

De vez en cuando quería desaparecer.

Visitó un sin número de médicos para buscar ayuda, un diagnóstico, una esperanza.

Pero siempre obtenía las mismas respuestas: "Estás loca" "Exagerada" "Es estrés" "Ansiedad"

No. No estaba loca, no era una exagerada.

Se sentía perdida...

Al no encontrar respuestas "aprendió" a vivir con el dolor. Se volvió parte de ella.

Pero las cosas no mejoraron, al contrario.

-Gio, salgamos esta noche.

-Gio, vayamos a una fiesta.

-Gio, hagamos algo después de la escuela.

La respuesta era siempre la misma... No puedo.

Perdió vida. Perdió amigos. Perdió demasiado.

Además de negarse no daba explicaciones porque se sentía incomprendida. Y con justa razón. Había sido dañada muchas veces. Estaba harta.

Con muy pocas personas pudo expresar lo que le pasaba y lo que sentía. Algunas al enterarse la tachaban de loca, como muchos otros antes; pero otros se quedaban. Esa gente valía la pena. Quedarse ya significaba todo para ella, no necesitaba más.

A pesar de lo mucho que esto le afectó, siempre fue una mujer fuerte y no se daría por vencida. De vez en cuándo se preguntaba ¿por qué a mí? pero siempre tuvo a alguien a su lado para recordarle que no era su culpa y que lo superaría.

Algún día.

Giorgia aprendió mucho. Pasó de ser una persona privilegiada a ser en parte víctima.Su enfermedad quizá, quizá su vulnerabilidad, algo la ayudó a entender de manera diferente el mundo.

Como la mayoría de las personas se crió en un ambiente machista, clasista e incluso racista. Hizo comentarios hirientes hacia grupos vulnerables. Pero ese nuevo entendimiento del mundo la ayudó a crecer y terminar convirtiéndose en activista.

Unos años después del inicio de su nueva vida, de su descubrimiento, cuando tenía 18 años se mudó de nuevo, ahora a Roma para seguir estudiando y empezar a trabajar.

Fue algo difícil de hacer pero ella en ningún momento estuvo sola.

Hasta que llegó a Roma.

Sin conocer a nadie, ahora sí se sentía sola.

Llegó incluso a cuestionarse por qué había decidido mudarse.

Sumado a la soledad, sus padecimientos empeoraban cada vez más y ella se sentía cargando con más de los problemas que debería.

Unos meses después de su llegada y gracias a su carácter, logró encontrar trabajo y se hizo de amistades, personas que fueron un soplo de aire fresco a su vida; aún así habrían de pasar 8 años para que su sufrimiento tuviera una respuesta.

Pero antes, conoció a alguien. Alguien que se quedó. Alguien especial. Alguien que la apoyó.

Quien se convirtió en estandarte, escudo y espada de plata.

Spada d'argentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora