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Karchez no sabía lo que era enamorarse. Al menos no hasta que cierto niño prodigio con colores siguiendo un particular patrón de blanco y negro se apareció en su vida, experimentando un montón de emociones que quiso negar en primera instancia, provocando únicamente que cobraran más fuerza y le hicieran ver la realidad de lo que sentía.

Axozer.

No dejó de repetir ese nombre en su cabeza desde el primer día en que se presentaron y entablaron una interesante conversación. Tenía una voz encantadoramente risueña, y una personalidad que podía atrapar la atención de cualquiera; era hiperactivo, se enfurruñaba con facilidad si no estaba de acuerdo en algo y le gustaba hacerles bromitas a quienes no le caían del todo bien.

Karchez se vió a sí mismo embobado en una de esas tantas ocasiones en donde podían coincidir, escuchándole con todos sus sentidos enfocados solamente en él. Le agradaba saber que Axo se sentía a gusto con su presencia, riendo ante algún comentario que hacía o simplemente por jugarse bromas entre ellos.

La vida junto a aquel chico de cabello bicolor estaba siendo maravillosa, y más de lo que alguna vez pudo recordar. Y aunque el haberse vuelto amigos le ilusionó hasta tal punto de sonreír como un verdadero idiota, sabía que su sentir iba más allá de eso; que la manera en que le veía no encajaba en el término amistad. Sería incluso insultante creerlo.

Lo que le preocupaba a momentos, era saber que Axozer no se sentía de la misma forma, que su cariño no pasaba del de un amigo, y eso ciertamente podría suponerle un problema imposible de ignorar a futuro.

Karchez no negaría que desearía que eso fuera distinto, que el chico pudiera verle más que como lo que era, mas no sabía con certeza sus gustos y bien podría inclinarse por otros en los que él no estuviera. Aquello le deprimía cuando se encontraba a solas, cuando sus pensamientos inseguros hacían demasiado ruido en su cabeza y le hacían replantearse sin mucha solidez si debería tomar algo de distancia de él.

Tampoco quería perjudicar ni mucho menos perder la bonita amistad que habían formado. Eso le dolería más que cualquier otra cosa en el mundo.

─Te sientes bien?─y, aún así, se encontraba una vez más a su lado, avergonzado de haberse sumergido más de la cuenta en sus pensamientos. Le tomó unos segundos voltear la vista y posar sus ojos bicolores en los preocupados de Axozer, sintiendo una extraña calidez emanando a través de estos.

─...Perfectamente─atinó a responder a medias, esperando realmente que el otro no lo notara. Tendría que valerse de lo despistado que era─. Qué estabas diciéndome hace un momento?

Axo formuló una mueca que dejaba en claro su inconformismo, porque evidentemente se había percatado de lo distraído que lucía, y no era esa clase de distracción común provocada por el paisaje enfrente de ellos, no; su mirada particular era bastante transparente cuando quería.

─Pues... que será el cumple de mi padre y según dijo, quiere celebrarlo a lo grande─extendió sus brazos para que se hiciera una idea de la magnitud del asunto─, y dijo que podía invitar a alguien del pueblo tres, así que... si te apetece venir...

─Sí, definitivamente iré!─exclamó Karchez sin siquiera pararse a respirar, ocasionando una preciosa sonrisa en su amigo. Una vez más, no pareció entrever nada tras su entusiasmo.

Por alguna razón, comenzó a tener una inexplicable corazonada en los días posteriores de aquella invitación. Primero que nada, podía hacerse una ligera idea de la forma en que Auron, el "padre" del chico que le gustaba, celebraría su cumpleaños, consciente del caos y la locura que vendrían detrás.

Segundo, mentiría si dijera que no veía esto como la oportunidad casi perfecta para ahondar un poco más en los gustos de Axo y descubrir si tenía una posibilidad al alcance, o si sencillamente debería resignarse a renunciar a todas esas fantasías que a juicio de cualquiera no tenían ni pies ni cabeza.

Estridente | Karchez x AxozerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora