CAPÍTULO 22

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Mis pies se enterraban en la arena y la marea hacía cosquillas en mis dedos, Leonardo y yo nos habíamos acercado más a la orilla, el agua estaba un poco fría porque caía la noche y el viento se intensificaba un poco más

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Mis pies se enterraban en la arena y la marea hacía cosquillas en mis dedos, Leonardo y yo nos habíamos acercado más a la orilla, el agua estaba un poco fría porque caía la noche y el viento se intensificaba un poco más. Su mano siempre estaba envuelta con la mía y no sabía si era que no quería soltarme o si solo lo hacía para mantenerme segura de que no tropezara, fuera la razón que fuera su palma y la mía se sentían muy bien juntas.

No sabía que nos esperaba después, pero ese pequeño momento a su lado me hacía inmensamente feliz y más que feliz me hacía sentir segura y completa. 

—¿Siempre soñaste hacer lo que haces? —le pregunté.

—Realmente no.

—¿Entonces qué?

Leonardo no decía nada, pero suponía que estaba buscando las palabras adecuadas.

—Me gusta escribir.

—¿Escribes libros? —pregunté asombrada, por mi mente había pasado cualquier cosa, menos que le gustase la literatura.

—Más o menos. Mi madre es lectora, colecciona libros desde su juventud, así que me he visto envuelto en su pasión. Alguna que otra vez escribí cuentos, pero es muy difícil triunfar en esa industria así que solo lo tengo de hobby.

Leonardo se dedicaba al márquetin, aseguró haberse graduado justo unas semanas antes de llegar aquí. Incluso estaba sorprendida de que alguien tan joven ya tuviese un título universitario. Me contó que siempre fue buen estudiante, además de haber terminado a temprana edad la escuela e inmediatamente inscribirse en la universidad.

No perdió tiempo.

—¿Y qué tipo de libros te gustan?

—Ciencia Ficción, me encanta. La mayoría del tiempo estoy delirando por una película futurista o post-apocalíptica. ¿Y a ti te gusta leer? —preguntó y antes de poder responder algo volvió a hablar—. Digo, escu... no sé. Yo no...

No pude evitar soltar una carcajada ante su divague.

Debía admitir que amaba que Leo se pusiera nervioso, en especial cuando mencionaba cosas que eran muy común practicar por medio de la vista, esos pequeños momentos de incertidumbre en el que no sabía si tocaba una fibra sensible o no me parecían de lo más tierno.

Había personas que me veían como alguien vulnerable y fácil de herir, pero Leo no era uno de esos, cuando él hablaba solo quería hacerlo desde mi manera de percibir el mundo no desde el suyo y sin duda eso era especial.

—Sí me gusta leer, Leonardo. Existe el braille, los libros son muy caros, así que la mayoría del tiempo escucho audiolibros.

—Entiendo. A veces se me olvida que no puedes ver —susurró.

—Amo cuando lo hacen, me hacen sentir normal.

Cuando alguien resalta el hecho de que no fui bendecida con la vista, cuando alguien se detiene y quiere excluirme por mi incapacidad de ver, cuando llegan las limitaciones no me siento como una chica normal y lo único que había deseado en mi vida era ser normal.

Cuando alguien resalta el hecho de que no fui bendecida con la vista, cuando alguien se detiene y quiere excluirme por mi incapacidad de ver, cuando llegan las limitaciones no me siento como una chica normal y lo único que había deseado en mi vida...

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