CAPÍTULO 27

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Compartí el canal de YouTube con mi profesora de música y con mis otros compañeros de clases de canto

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Compartí el canal de YouTube con mi profesora de música y con mis otros compañeros de clases de canto. Mi padre se emocionó mucho ante la iniciativa que había tomado y Geral aseguró que Leo era un buen novio, incluso si aún no teníamos esa etiqueta. Con todo el alboroto de mostrárselo a cuantas personas pudiéramos llegamos a cien seguidores en YouTube y a casi quinientas reproducciones, estaba emocionada, extasiada y tal vez no era el mayor mérito, pero era mucho más de lo que había esperado de un primer vídeo.

Mis amigos dicen que te olvide. Que antes de ti no era igual. Antes de ti mi vida no tenía sentido. Antes de ti no sabía amar... —canté mientras tocaba la guitarra, era una de esas canciones que solía escuchar Geraldine con frecuencia y yo terminé amándola sin querer.

En realidad el noventa por ciento de mis gustos musicales se basan en los gustos de mi hermana, básicamente ella me dio su cultura musical para amarlas. Conocía más canciones de desamor y salseo que de romance y amistad porque era lo que Geral escuchaba, aunque debía admitir que no me molestaba ni un poco porque eran canciones muy buenas aunque hubiera un repertorio de obscenidades en ellas. 

A veces me detenía en medio de alguna canción un poco sorprendida de saberme una letra sobre bailar obscenamente y hacerlo en algún balcón. Geraldine era muy culpable de que ya hasta me gustara la canción sin siquiera querer.

—Yo sí que no quisiera que me olvidaras —gritó desde su lado de la cerca y no pude evitar echarme a reír rompiendo el hilo de lo que tocaba y cantaba.

—¡Acabas de arruinar mi momento! —le grité de vuelta.

—¿Segura? Algo me dice que estabas ansiosa de que saliera a escuchar tu concierto.

—Apuesto a que tú eras el ansioso por salir a verme —refuté.

Se rió, sabía que tenía la razón.

—Puede ser que sí. Ahora, ¿no te acercarás a saludar?

—No, estoy muy cómoda —dije solo por llevarle la contraria.

—¿Ni por qué te traje algo?

Sabía que lo hacía solo para tenerme frente a él, era muy fácil de convencer realmente, así que dejé la guitarra sobre el asiento y me puse de pie para ir hacia él. Las cercas que dividen nuestras casas no eran muy altas, razón por la que Leo casi siempre estaba en mi patio, pudo haber saltado y llegar hacia mí como siempre hacía, pero supongo tenía sus intenciones ocultas o algo raro.

—Bien, ¿qué es eso que me has traído?

—Primero debes darme un beso —pidió.

—Eso que escucho, ¿es chantaje?

—¿Chantaje? No, no sé qué es eso. ¿Quieres saber qué es o no? —insistió.

—Claro.

—Pues dame un beso. —Reí.

Extendí mi mano hacia su rostro y tenté su piel con un ligero rastro de barba, Leonardo era más alto que yo por lo que tuve que alzarme un poco aunque él ya se había curvado hacia mí. Presioné mis labios contra los suyos en un beso sin prisa, seguro no era la mejor besadora, pero ya no era un beso tan torpe como la primera vez.

Mi pulso se volvió irregular, mis pensamientos también lo eran, siempre que nos besábamos era como si flotara, como si fuera más sensaciones que persona y mi vientre cosquilleaba. Leonardo sonrió sobre mi boca y llevó sus manos a mi rostro para sujetarme y terminar el beso que nos unía a través de las cercas de nuestras casas.

—Son tres cosas —dijo cuando se separó.

—¿Unju? —inquirí sin abrir los ojos.

—Cuando lo vi pensé en ti. —Tomó mi mano derecha y dejó algo ahí.

Con ambas manos tenté lo que me había dado, era una cadena con un pequeño dije.

—¿Una estrella?

—Una estrella. —La quitó de mis manos—. Date la vuelta para ponértela.

Hice lo que me pidió y pronto sentí el roce de aquella prenda en mi cuello.

—Gracias —susurré cuando ya pude darle el frente otra vez.

—Lo segundo es...

—¿Es...? —pregunté intrigada.

—¿Vendrías a cenar mañana con nosotros?

—¿A tu casa, con tu madre? —inquirí.

—Sí y como mi novia —susurró como si tuviera miedo de lo que yo podría pensar o decir.

—¿Estás diciendo también que me presentarás como tu novia?

—Te estoy pidiendo que seas mi novia —reafirmó.

Di un paso atrás y me crucé de brazos mientras fruncía el ceño.

—No escuché cuando lo preguntaste, disculpa, ¿puedes decirlo otra vez?

Lo escuché resoplar como si le pesara decir las palabras correctas o lo que yo creía como lo correcto.

—¿Quieres ser mi novia, Cristal? —preguntó.

Descrucé mis brazos y volví a acercarme a él esta vez con una sonrisa en mi rostro.

—Me encantaría.

—Me haces sentir tonto repitiendo las cosas —se quejó.

—Es lindo. —Reí.

—Entonces... Mañana cena en mi casa, ¿qué dices?

Sonreí de manera temblorosa, estaba aterrada de esa idea, no siempre las personas son empáticas o entienden la situación del otro y me aterraba que cuando la madre de Leo me conociera no le cayese bien por el simple hecho de no poder ver.

—Está bien —susurré no muy convencida.

Ponerle una etiqueta a lo que teníamos me hacía sentir segura, le importaba, pero eso significaba muchas cosas más: dolor y problemas.

Ponerle una etiqueta a lo que teníamos me hacía sentir segura, le importaba, pero eso significaba muchas cosas más: dolor y problemas

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