Capitulo 1

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—¿Podemos dar otra vuelta? Por favor.

El ruido y el color de la verbena los rodeaban. Música alta, risas, los gritos de los niños montados en el tiovivo, la noria... casetas que atraían la atención de una niña.

Había tiendas a rayas que prometían excitantes aventuras, puestos de algodón de azúcar, perritos calientes y casetas en las que se ofrecían muñecos de peluche como premio por derribar patos que daban vueltas.

La sonrisa de Mía era como para derretirse; su buen carácter, una bendición. Anahí abrazó amorosa a su hija pequeña. Sus pequeños brazos le rodearon el cuello.

—Lo estamos pasando bien, ¿verdad?

Anahí sintió cómo le tocaba esa fibra sensible que reaccionaba al incondicional amor de una niña.

—Una vez —accedió y pagó por otra vuelta—. Después tenemos que irnos.

—Lo sé —asumió Mía alegre—. Tienes que irte a trabajar.

—Y tú tienes que dormir bien para poder estar atenta mañana en el colegio.

—Así podré crecer y ser tan lista como tú.

Aumentó la intensidad de la música y el tiovivo empezó a dar vueltas. Mía agarró las riendas del caballo de colores brillantes.

Se había graduado en la universidad, pero no era tan lista en lo referente a su vida personal, pensó Anahí. Un matrimonio roto en menos de dos años no podía verse como algo especialmente bueno, a pesar de las circunstancias atenuantes.

Agua pasada no mueve molino, se dijo mientras el tiovivo perdía velocidad hasta detenerse.

—Se acabó.

Anahí se bajó y después sacó a su hija del caballo de colores.

Los hermosos ojos oscuros de la niña chispeaban entre risas de delicia mientras gritaba y daba un sonoro beso en la mejilla de su madre.

Los ojos de su padre, pensó Anahí intentando dominar la tensión que sentía en el estómago al pensar en el hombre con quien se había casado cinco años antes en otro país.

Alfonso Herrera, nacido en Francia de padres españoles, crecido y educado en París y con estudios universitarios en Madrid.

Hablaba varios idiomas, era atractivo, sensual, encantador... se había enamorado de él y la había arrastrado a una vida muy diferente de la que había llevado hasta entonces.

Se había dicho a sí misma que se adaptaría... y lo había hecho. O eso había pensado. Pero no para la familia de él, quienes le habían dejado claro que no armonizaba con su estatus.

En la cama de su maridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora