Capítulo 11

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Dos días después, Ramón entró en un coma del que nunca saldría. Su funeral fue un acto familiar privado seguido de un servicio funerario al que asistieron los amigos más allegados, la familia y empresarios.

Fue un momento muy triste para todos, especialmente para Penélope, que quedó muy decaída y canceló toda su vida social indefinidamente.

En su testamento, Ramón distribuyó su importante fortuna a partes iguales entre Penélope, Alfonso, Alejandro... y Mía. Alfonso y Anahí eran nombrados fideicomisarios de la herencia de Mía, quien se había convertido en una niña muy rica.

La presencia de Alfonso fue requerida en la ciudad durante la semana siguiente en numerosas ocasiones. Días en los que marchaba pronto y volvía tarde, muchas veces Mía estaba ya dormida. Para compensarlo, llamaba a su hija durante el día varias veces.

Anahí ocupaba los días lo mejor que podía: supervisando los progresos de Mía en la natación, leyendo, pintando con los dedos o haciendo figuras de plastilina.

También se ofreció para ayudar a Penélope en cualquier cosa que necesitara, pero no tuvo éxito.

—Déjala con su aflicción —le advirtió Alfonso cuando se lo había comentado—.

Tiene que asumir la muerte de Ramón a su ritmo, a su modo.

Lo miró atentamente y se dio cuenta de las arrugas que surcaban los bordes de sus ojos y las ojeras.

—¿Y tú, Alfonso?

—¿Preocupada por mí, cariño?

—A lo mejor. Un poco.

Se quitó la chaqueta del traje, aflojó la corbata, se quitó los zapatos y después la abrazó y la besó largamente.

—Dúchate conmigo.

—Eso podría ser peligroso —lo miró inclinando la cabeza.

—Arriésgate y disfruta de la vida —dijo en tono de broma.

—¿En la ducha?

Le agarró el borde la camiseta y tiró de ella para sacarla de la cinturilla del vaquero. Se la quitó en un solo movimiento, después le desabrochó el sujetador.

—¿Desde cuándo ha sido eso un problema?

Buscó el botón de los vaqueros, desabrochó la cremallera y le bajó los pantalones.

Era tan agradable acariciar sus suaves formas, recorrer con los dedos la sensible base de su cuello, besarla en la nuca... La suave exploración despertó un caprichoso deseo que fue haciéndose más imperioso...

En la cama de su maridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora