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     Un frío intenso azota al bosque Sandam, acompañado de la gran oscuridad que lo caracteriza, los árboles están muy juntos los unos de los otros y sus grandes hojas impiden que la luz de la luna pase. Cerca de un pozo de lodo, donde la luz de la luna logra entrar, se halla un hombre de algunos veinticuatro años, de nombre Alfredo, acaba de despertar por causa de un búho y el repugnante olor del fango. No comprende qué hace allí ni cómo llegó. Se levanta aterrado y mira a su alrededor.

—Susana, Susana, ¿Susana? —llama angustiado y el miedo se apodera de su cuerpo, le es imposible impedir que sus manos dejen de temblar—. ¡Susana! —grita con todas sus fuerzas.

Al instante se desploma, tocando con sus rodillas el frío y húmedo césped que rodea al pozo. Mira hacia el frente y ve un extraño líquido sobre el suelo, lo toca con su mano derecha, está tibio, y luego la coloca frente a la luna. Nota el rojo en sus dedos, es sangre, su piel se eriza e inconscientemente retrocede.

—Susana... —susurra entre llantos— ¿dónde estás?, ¿qué te ha pasado?, ¿qué te han hecho? Por favor, aparece...

Un viento gélido estremece a los árboles de su alrededor, provocando un susurro que le dice:

—Si a Susana quieres ver, camina hacia delante sin temer. Mas ser valiente no te hace inmune a la muerte.

Estas palabras lo atraviesan, el terror lo domina. Piensa en qué puede hacer, y concluye que no tiene muchas opciones, no sabe cómo salir del bosque, no sabe dónde está. Así que decide caminar hacia donde la voz le dijo.

A medida que marcha hacia el frente siente una energía que le impide andar, pero se llena de valor y sigue. Debe de encontrar a su amada. Luego de unos segundos ve a una figura humanoide, esta sostiene una pierna mientras la devora con sus grandes dientes. A la derecha del extraño ser se encuentra el cuerpo de una mujer bañado en sangre y con una sola pierna.

—¡Susana! —exclama aterrado, su voz es tan débil y al instante lágrimas corren por sus mejillas.

La criatura escucha a Alfredo y mira con una gran sonrisa llena de sangre a un tipo delgado con chaqueta gris que se halla a su izquierda, este hombre le responde asentando con su cabeza. Rápidamente el oscuro ser ataca a Alfredo, de un mordisco le devora el cuello y la cabeza cae en pasto junto con un parche de sangre que mancha el pasto a su alrededor. Toma el cráneo y sus ojos brillan de placer.

—La tibia sangre de los cuellos es mi favorita —le comenta con una áspera voz al sujeto delgado que lo acompaña, a la vez que succiona el líquido que emana de la cabeza de Alfredo.

—Con esto están saldados los próximos dos años, los cuales deben seguir siendo muy prósperos para mi —dice el hombre, contemplando como tira los restos de la cabeza y comienza a devorar el cuerpo.

—¡Oh, sí...! Claro que sí, mi querido Alejandro Aguilar.

Aguilar da la vuelta, enciende la linterna que gurda en su chaqueta y se aleja del lugar.

***

David con su cara cubierta de lágrimas continúa corriendo por el oscuro bosque, con su hermano y el lobo negro en sus hombros anhela encontrar el gran claro donde se encuentra el lago.

—Por mi culpa los dos están muertos —logra decir entre llantos Daniel, a la vez que sus fuerzas van desapareciendo con cada paso que su hermano da—. Les fallé a los dos. Si nunca hubiera entrado a esa habitación... si nunca hubiéramos decidido jugar a las escondidas aquella vez...

«Los dos somos culpables, los dos les fallamos», se dice David en su mente, no tiene el valor para pronunciar tales palabras. Finalmente logra ver el brillo de la luna que se refleja en el Lago Represarías, la desesperación se va disipando y le da lugar a la esperanza, desea con todo su ser que su hermano y el herido animal se recuperen al ser sumergidos en el transparente líquido.

Camina dentro del lago hasta que la cristalina agua cubre su pecho, sumerge a Daniel y al lobo hasta por unos segundos, luego saca sus cabezas a la superficie para permitirles respirar.

—Beban —les pide y ambos obedecen.

Del fondo del lago surge una luz que poco a poco va aumentando su intensidad, los hermanos y el lobo son iluminados totalmente. El incesante brillo les exige cerrar sus ojos, pero la luz atraviesa con facilidad sus parpados, un amarillo brillante es lo que pueden apreciar.

Sus mentes quedan en blanco por unos instantes, cuando vuelven a abrir sus ojos notan que están fuera del lago, se encuentran tendidos en la orilla. La luz y todas sus heridas han desaparecido. Pero el cuerpo del lobo se ha esfumado, en su lugar está un joven desnudo de cabellera negra y ondulada.

El primero en levantarse es David.

—¡Daniel! ¡Estás bien! —exclama volteándose hacia su hermano y lo ayuda a colocarse de pie.

—¡Sí! —expresa con asombro al tocarse las partes de su cuerpo donde fue herido y descubrir que están sanadas— ¿Nicolas? —dice con sorpresa al verle el rostro al hombre desnudo que se acaba de levantar, tanto él como su hermano no se habían percatado de su presencia.

—Tú eres el lobo —concluye David—, ¡lo sabía!

—Así que los Noriega pueden convertirse en lobos...

—Lamento mucho la muerte de la señora Claudia. —Un frío y triste silencio invade el lugar por unos intantes—. Buscaré algo de ropa, los alcanzaré.

Nicolas se aleja, dejando a los hermanos Bermúdez con la tristeza dibujada en sus rostros y la oscuridad de la noche rodeándolos.

—Tenemos que avisarle. —Daniel no puede contener por más su llanto—. Papi debe saberlo.

—¿Y cómo se lo decimos? —mira con dolor los ojos verdes de su hermano cubiertos de lágrimas.

Se abrazan y lloran desconsoladamente.

***

Una bombilla ilumina la oficina de Alejandro Aguilar, las paredes son blancas y la que está detrás de su escritorio tiene varios cuadros y fotografías de mujeres desnudas. Desde la ventana se logra ver la luna llena acompañada de varias estrellas en un despejado cielo. Leonardo abre una de las gavetas y le entrega un fajo de billetes a Manuel, este se levanta de la silla y recibe el dinero a la vez que extiende su mano derecha como símbolo de que un trato ha sido cerrado.

—Recuerda, Martín no debe enterarse —le advierte Aguilar mientras le aprieta la mano—. Nadie debe saberlo.

Manuel asiente junto con una sonrisa maliciosa y guarda los billetes en el bolsillo derecho de su pantalón.

—Pierda cuidado, jefe.

—Nos esperan grandes cosas. —Sonríe—. Solo debes ser cuidadoso —«Y más vale que lo seas, idiota. Necesito librarme de ese maldito».

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⏰ Última actualización: Feb 06, 2022 ⏰

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Citóparas (Cazadores de demonios/Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora