Capítulo 1

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No sabría narrar el momento en el que le vi por primera vez, porque hasta la manera en la que nos conocimos había sucedido de la manera más peculiar posible:

Me encontraba tumbada en la tierra, algo aturdida y algo confusa, no sabía muy bien donde estaba pero había aparecido en lo que parecía un gran bosque lleno de abetos tan grandes que se convertía en una imposibilidad, llegar a visualizar el cielo oscuro y las estrellas que le adornaban ya que aunque no se veía, debido a la oscuridad se daba a entender que era de noche, las únicas cosas que podía llegar a distinguir entre la penumbra eran un montón de árboles.

Tenía miedo, sin embargo todavía no se a que, no se cómo explicarlo pero me sentía indefensa y desprotegida lo que me causaba una gran tensión también. Intento incorporarme como puedo y en ese momento nuestras miradas se juntan. Y le veo, allí de pie junto a mí, tendiéndome su mano. No parece tener miedo, no parece que esté asustado.
Tenía el pelo rubio, tanto así que cuando el viento le daba en la cara sus cabellos parecían danzar como unos hilos bañados en oro que en un impulso de rebeldía jugueteaban contra la brisa haciendo que la cabellera del muchacho quedará desordenada y los ojos verdes como las hojas de esos abetos que estaban por todas partes, además de aquella sonrisa que te hacía pensar que ocultaba algo. Vestía con vestimenta de antes, parecía sacado de otra época, pero era innegable que era muy guapo.
Me apoyo en su mano para poder levantarme, en ese momento su expresión cambia al oír unos extraños ruidos similares a disparos que cada vez se aproximan más hacia donde estamos. Es ahí cuando me tira con fuerza del brazo y haciendo caso a nuestro instinto, empezamos a correr lo más rápido posible aunque es mucho más veloz que yo y termino siendo arrastrada por él.
No sabemos muy bien hacia donde vamos, pero intentamos huir de lo que sea que viene detrás de nosotros pisándonos los talones y pese a que yo no he corrido tan rápido en mi vida, los disparos no dejan de escucharse muy cercanos.
Y ahora es cuando sucede, de los nervios que tengo dentro de mi cuerpo no veo la rama, tropiezo, me caigo y vuelvo a estar en el suelo. He perdido al rubio de vista, ha desaparecido, ya no le encuentro y ese momento se convierte en mi perdición. Los sonidos y la persona que los estaba provocando me alcanzan.

En ese momento es cuando me despierto siempre sudando y respirando agitadamente. No le conocí en el instituto, ni en un parque, menos aún me sorprendió yendo a comprar el pan en una tiendecita del barrio y tampoco en algún karaoke perdido de algún bar del pueblo. La primera vez que le vi fue en un sueño.
O mejor dicho en una pesadilla.
No era la primera vez que tenía ese sueño, esa semana había tenido la misma jodida pesadilla durante exactamente cinco días seguidos, ahora seis. Tampoco era la primera vez que me pasaba y eso he de admitir que me agobiaba mucho, últimamente estaba viviendo en un nerviosismo constante porque normalmente aquellos sueños que se hacían repetitivos tendían a hacerse realidad y temía que esa pesadilla se cumpliera.

La primera vez que me paso fue con mi abuelo, el hombre por su vejez sufría Alzheimer. En mi sueño aparecía andando en mitad de otro bosque también estaba confundido, pero tranquilo. Al día siguiente efectivamente desapareció y a las dos semanas y media después de una intensa búsqueda, lo hallaron muerto debajo de un árbol, sentado y apoyando su espalda en el tronco de este, con las piernas estiradas aunque cruzadas. Tranquilo.

Pero a excepción de esa rareza mía de predecir las tragedias futuras a través de mis sueños, era una chica común y corriente al igual que todas las demás o eso al menos creía. Mi padre y yo nos habíamos mudado hacía una semana a este pueblo ya que mi padre es policía y hacía prácticamente una semana y media dos chicos habían sido brutalmente asesinados a tiros, ahí era cuando entraba mi padre quien tenía que buscar al autor del crimen, la verdad es que pensar en que nos acabábamos de mudar a un pueblo feo donde un asesino andaba suelto por aquí como perro por su casa, no me hacía mucha gracia... Pero bueno, esto es una prueba más de que la vida es de lo más efímera, a veces me gustaría ser igual de valiente que mi padre para superar todos esos cambios y desafíos que siempre se propone.

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