Capítulo 4. Difícil escapar del pasado.

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Para Riku, su vida en la granja se estaba volviendo agobiante. No por su nueva familia o su trabajo arreando las ovejas y vigilando vacas. Nada tenía que ver.

Más bien, era su pasado que lo atormentaba.

Una semana completa dónde el olor de los lobos era fuerte al llegar la brisa de primavera. Habían pasado un par de días desde que encontraron muerto a uno de los corderos, pero después de ese suceso, nada más ocurrió. Riku estaba tenso, vigilando cada esquina de su "territorio" y le advirtió a los animales que no se alejaran, manteniéndose en su campo de visión. Los animales obedecieron, incluso las gallinas, siendo algo mas idiotas, hicieron caso a las palabras del lobo.

-Riku, debes calmarte un poco. -Dijo Sora preocupado, masajeando los hombros tensos del lobo. Ambos habían tomado un pequeño descanso en el claro escondido. Un lugar donde podían ser ellos mismos, sin esconder ya verdadera apariencia. - No has dormido bien últimamente.

Riku suspiro. Dándose la vuelta para quedar de frente a Sora. Viendo su cabeza ladearse levemente, con esos ojos azules grandes y brillantes. El lobo no pudo sentirse mejor, cuando el rostro de la persona que amaba tenía los labios encorvados hacia abajo con tristeza.

-Lo siento...- Se disculpó Riku.- Esto... Todo lo que ocurre, probablemente sea mi culpa.

Sora frunció el ceño y negó con la cabeza.

-Te puedo jurar, por los años que he vivido en esta granja, que no es primera vez que lidiamos con lobos.

-¿De verdad?- Riku pestañeó asombrado.- Pero... Mi manada nunca bajaba de las montañas.

-Ustedes no son los únicos lobos de la zona. Tambien hay manadas de lobos comunes que bajan en busca de comida.

Podría ser, pensó Riku. En el aire no sentía olores familiares de su familia. Solo el olor de animales salvajes, ajenos  de los alrededores. Intentó calmarse, quizás solo debía dejar que los humanos se hicieran cargo. Era época de caza y ya varios lugareños comenzaban sus jornadas de largas caminatas por el frondoso bosque hasta llegar al río donde cazaban patos del sur que volaban rumbo a su nuevo lugar de anidación. Terra le había contado y le había prometido ir por algunos la próxima semana, la idea de cazar patos lo emocionaba.

-Creo que... Tienes razón.- Dijo al fin, para alivio de Sora. Dándole una amplia sonrisa, sonrisa contagiosa que Riku no logró evitar. - No se que haría sin ti.

Con sus grandes brazos, rodeó al chico Pomerania, besando su mejilla, frente y orejas afelpadas. Sora rió por las costillas, pero disfrutando del cariñoso afecto, notandose en el movimiento de su cola esponjosa.

-Nada puedes hacer.- Se burló el menor. -Me necesitan como yo te necesito, haciendo un entero.

-Que poético.

-Gracias, estoy trabajando en eso.

El lobo no pudo aguantar más, cargando su peso contra el Pomerania, que no se resistió. Se dejó caer de espalda sobre la suave hierba, con el lobo sobre él. Unas cuantas mirada, sonrisas que no desaparecieron y luego un apasionado beso, para seguir con otro y otro. Riku devoraba a Sora de mil y un formas diferentes, comiéndose por completo cada sonido que saliera de ese pequeño animal. Sora no se resistiría, abría la boca para dejarse devorar, suspirando el nombre de ese lobo que se había comido por completo su corazón.

-No me mires así.- Jadeó Riku, separándose ligeramente. -Solo me tientas a tener otra camada.

Las mejillas de Sora estaban rojas, sus ojos nublados de pasión. Era difícil controlarse cuando estaban completamente desnudos, tan pegado el uno al otro y en el comienzo de la primavera.

El lobo y El pomerania Donde viven las historias. Descúbrelo ahora