La curiosidad me llevó consigo.

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- Oye, ¿sabes si tienes diez céntimos de sobra?

¿Qué? Tiene que estar de broma.

- ¿Qué?
- Qué si tienes diez céntimos de sobra.
- No, no los tengo.

A la mierda con él, pasé por su lado y a eso le añadí un pequeño empujón. Por un momento pensé que me pediría mi número o algo por el estilo, todo menos "Oye, ¿sabes si tienes diez céntimos de sobra?". Y luego me quejo de que todo lo cliché es una mierda, esto sí que es una mierda. Me siento junto a Alfalia que sigue pensando en el gilipollas que chocó conmigo.

- Tierra llamando a Alfalia.

- Alfalia conectando con Tierra, ¿por qué ese de ahí no para de mirarte?

Me fijo en él. Seguramente el conductor le ha perdonado los diez céntimos.

- ¿Ese? Pues no lo sé, tendré un mono en la cara, o tal vez le guste mi pelo rizado a más no poder o mis labios pintados con color rojo fuego, porque mis piernas delgadas las cual detesto no le gustarán.

- Creo que tienes un mono en la cara.

-Gilipollas.

Llegamos a nuestro destino y él aún seguía sin bajarse, con la suerte que me protege a momentos (en estos no) tuve que pasar por su lado, el muy cabrón me sonríe, yo, en cambio, le saco el dedo del medio.

- Oye morena, ¿cómo te llamas?

- Cómo tú seguro que no.

- Se llama Michael.

- ¿Te quieres callar Alfalia?

- Gracias Alfalia.

- ¡De nada!

Miro a cada uno furiosa, ¿de qué van? Tiro a Alfalia de su antebrazo para aproximarnos a la puerta, aún me sigo sintiendo observada y sé que es el tío ese, del cual no se su nombre. Él sabe el mío, me toca saber el suyo.
Dejo a Alfalia saliendo hacia la calle y me devuelvo llena de valor hacia él.

- ¿Cómo te llamas?

- Cómo tú seguro que no.

- Gilipollas, sé maduro y dímelo.

- ¿Igual de madura que tú? Madurar no es lo mío, ¿sabes?

Justo cuando iba a decirle lo imbécil que era, me estampo contra él. Mierda. El bus vuelve a vuelto a ponerse en marcha. Joder, la he liado.

- ¡Pare! ¡Pare!

- El conductor lleva auriculares, no te va a escuchar.

- Todo por tu culpa, eres un ...

- Me llamo Paulo, Paulo Roberto.

Me dejó con mi frase a medias, pero valió la pena, el hijo de su pobre madre tenía un nombre sexy.

- Con que Paulo Roberto.

- Sí Michael.
Me senté a su lado y lo miré, aún siendo gilipollas no dejaba de tener unos ojos de "si me miras no podrás parar". Yo en cambio tenía ojos negros, y marrones ante el sol. Nada especial.

- Cuidado si te enamoras rizitos.

- ¿De quién? ¿De ti? No temas por ello, tengo buen gusto.

- Pues yo tengo muy mal gusto, porque tú me gustas.

Me quedé de piedra, ¿de qué iba?
- ¿Vas de ligón por la vida?

- Normalmente suelen ligar conmigo.

- Seguro que sí, joder ¿ahora cómo llego a mi casa?
- Mira no es por ser pesimista, pero no llegarás, al menos hoy. Yo me dirijo a la última parada y el bus se queda ahí.

- No jodas, joder, joder.

- Si quieres te llevo yo.
- ¿Cómo? Si tú también vas en bus.

- Bien visto, pero tengo una moto.

- Lo que me faltaba, tengo un miedo terrible a las motos, ¿no tienes un coche?
- Oye no seas caprichosa, o la moto o nada.

Apenas son las siete, pero como hoy es domingo y los autobuses son escasos...

Ya estamos frente a su moto de color rojo, es monstruosa, y aumentan mis nervios a flor de piel.

- Primero me subo yo y luego lo haces tú.

- De acuerdo.

Acto seguido se sube, como un mafioso experto y yo, pues yo...

-Sube.

- No puedo, no puedo, no puedo.

- Sí que puedes chica carácter, me estás decepcionando.

A la mierda, me subí con
dificultad pero me subí.

- ¡Bien echo!

- Arranca y acaba con esto.

A mitad de camino siento como frena.

- ¡¿Pero qué haces?! ¡Sigue!

- Eso me dicen todas...

- Gilipollas.

- La moto se ha quedado sin energía.

- Me cago en cualquier acosador.

- No seas marrana.

- Calla. ¿No tienes repuesto?

- Sí.
- ¡Genial! Es perfec...

- En mi casa.

- ¡Venga ya!

- Lo siento.

Me cago en todo lo cagable, joder.

- Oye chica, si quieres podemos...

¿Qué le propondrá Paulo a Michael? ¡Sigueme y lo sabrás!

Yo mismaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora