¿Dónde estoy?

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Tenía los ojos cerrados, pero estaba consciente. Mis párpados pesaban demasiado para poder abrirlos, todo mi cuerpo pesaba demasiado para poder moverme.

Poco a poco ese peso se fue aligerando, y al abrir los ojos sonó al mismo tiempo una campanada.

Fui aclarando mi visión y observé desde una cama en la que me encontraba tumbada, un reloj antiguo. Volvió a sonar otra campanada, eran las ocho en punto y a juzgar por la luz que entraba por la ventana del dormitorio, era de noche.

Sonaron seis campanadas más y decidí que era el momento de levantarse.

Observé el cuarto con atención. Había un armario que parecía ser de roble macizo, un ventanal con unas preciosas cortinas rojas, la cama en la que había despertado era de matrimonio y tenía un dosel blanco y una puerta que estaba entornada.

Al cruzar por esa puerta había un inmenso cuarto de baño. Dentro había una gran bañera, un retrete y un lavabo con un gran espejo en el que me ví reflejada: tenía el cabello largo y oscuro que caía en unos preciosos tirabuzones, mi tez era muy pálida y mis ojos castaños. Llevaba puesto un vestido rojo que estaba ajustado al pecho pero que desde la cintura caía hasta la altura de las rodillas y en mis pies ví unas sencillas aunque muy bonitas bailarinas negras, eran bastante cómodas.

Quería inspeccionar el resto de la casa, por lo que salí del cuarto y di a un largo pasillo.

En el suelo del pasillo había una moqueta de terciopelo roja, y las paredes y el techo eran de un bonito color crema. Al fondo del pasillo ví unas escaleras, me asomé a ella y pude ver un inmenso salón comedor.

La parte de comedor era una mesa alargada con seis sillas bastante separadas unas de otras ya que la mesa es grande.

La parte del salón equivalía a una alta estantería llena de libros de todo tipo, un sofá de tres plaza negro con dos sillones a juego lijeramente torcidos frente a el, parecían muy cómodos. En el espacio que separaba al sofá de los sillones estaba una mesita de cristal redonda.

Cuando me dispuse a bajar las escaleras, oí algo desde otra parte del pasillo. Me giré a ambos lados pero no ví a nadie.

Entonces sentí una mano en mi hombro y di un grito. Me giré rápidamente para poder ver a quién pertenecía la mano. Era un joven alto y atractivo, de ojos verdes como esmeraldas relucientes y pelo rubio, con una tez no muy morena.

-Lo siento, no pretendía asustarte. Me había despertado en un cuarto, no recuerdo nada y pensaba que era la única persona en la casa, así que decidí inspeccionarla.-me explicó el muchacho. Estaba a punto de decirle que a mi también me había ocurrido eso pero alguien se me adelantó.

-Yo también estoy en las mismas condiciones que tú. -habló un chico de ojos azul oscuro, eran ojos muy profundos, también era alto y su pelo castaño.

-A mi también,¿no es curioso que nos haya sucedido a todos esto?- preguntó un tercer muchacho de ojos miel y pelo castaño muy oscuro.

-Añadid a otro a la lista, chicos. Aunque la chica esta muy callada, ¿no sabrás algo verdad preciosa?- me preguntó con una sontisa "seductora"el cuarto chico de pelo negro y ojos castaños como los mios
Al parecer todos los chicos eran bastante altos, más que yo.

-No, no sé nada al igual que vosotros. Y ni se te ocurra volver a llamarme preciosa.

-No te acuerdas de tu nombre, ¿verdad?-negué con la cabeza.- Pues nosotros tampoco, así que habrá que buscar una forma de llamarnos,¿y por qué no decirle a alguien algo si lo es, no crees?-me habló el primer chico.

-Bueno, no sé vosotros pero yo estoy muy hambriento y abajo hay una magnífica cocina, así que voy a preparar algo.-dijo el de ojos azules

Todos lo seguimos escaleras abajo y nos sentamos en los cómodos sofás mientras él preparaba un café y unos dulces para pasar la noche. Iba a ser una larga noche formulando preguntas y haciendo hipótesis de las respuestas.

AtrapadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora