La clase de Ballet terminó quince minutos tarde.
Por más que intenté apurarme en guardar mis zapatillas y salir del estudio llegué a la parada del autobús cuando ya se había ido.
-Perfecto- me digo mientras busco en mi vieja mochila rosa la navaja de mariposa que cargo siempre conmigo,-si Goode vuelve a preguntar por la combinación de jetés la próxima clase yo misma la lanzaré por la ventana.
Solamente he usado esta navaja para defenderme en dos ocasiones desde que la conseguí en mi cumpleaños pasado (cuando cumplí diecisiete) y aun cargo con ello en mi conciencia. Sería mucho más fácil si pudiera olvidarme de que todos los infectados que deambulan por la ciudad fueron en algún momento personas con vidas, familias y sueños. Franky siempre me repite que más vale que deje de una vez por todas de pensar en eso antes de que alguien me "arranque un brazo a mordidas" pero simplemente no puedo.
A pesar de mi inconveniente sentimentalismo sé que en estos tiempos solo merece la pena preocuparme por mi propia vida, mi familia, y si soy muy, muy, muy afortunada, por mi futuro. Aunque pensar en siquiera tener un futuro en este mundo infestado no es un lujo que cualquiera pueda darse.
Puede que parezca un poco ridículo o infantil, a la mayoría de las personas a quienes les cuento esto les parece así, pero siempre he soñado con ser bailarina. Bailar es el único recuerdo feliz que conservo de mi infancia, de antes de La Infección. Han pasado tantos años que me parece un sueño lejano pero a veces cuando cierro los ojos puedo ver a mi madre llevándome de la mano a mi primera clase de ballet. Recuerdo también a otras niñas bailando a mi alrededor, pequeñas y sonrientes como yo misma lo era entonces, todas vestidas en delicados tutús de tul rosa y brillantes tiaras con diamantes de fantasía. Ahí me sentía como princesa y solía creer que si seguía bailando algún día me transformaría realmente en una.
Aquellos fueron tiempos felices, tristemente no duraron mucho más. Fue poco después que La Infección comenzó y el mundo entero se vino abajo. Ahora son estas memorias lo único que me queda de aquella vida sin preocupaciones, y de mi madre.
Ya sea porque mi corazón insiste en aferrarse a esos recuerdos o porque muy en el fondo quiero creer que no todo está perdido y que la humanidad logrará recomponerse tarde o temprano es que continúo entrenando en el viejo Cristal Dance Studio cada tarde después de la escuela, al tiempo en que la mayoría de las personas normales de mi edad hacen su ronda por la ciudad en busca de cualquier cosa que les sea útil para sobrevivir.
Afortunadamente para el sustento de nuestra pequeña familia quien se encarga de eso es mi hermana Deni, ella siempre ha sido una mejor saqueadora que yo, con un talento especial para reconocer los peligros cercanos y encontrar los mejores botines ocultos. Y no es que queden muchos lugares buenos en los cuales buscar comida ni cualquier otra cosa, tras más de una década saqueando las ruinas de la ciudad prácticamente hemos agotado nuestros últimos recursos. En fin, esa es la dulce vida de los sobrevivientes.
Me resigno a emprender el trayecto a casa a pie mientras la noche cae sobre la ciudad, pensando en que Deni ya debe estar de vuelta en el edificio preocupándose por que aun no haya regresado y, a medida que el cielo se oscurece sobre mí, comienzo a preocuparme también.
El recorrido hasta nuestro hogar que duraría apenas siete minutos en el autobús me tomará media hora caminando sin parar (lo he cronometrado otras veces antes) y por lo tanto sé que no falta mucho para que el sol termine de ocultarse así que me pongo en marcha sin perder ni un minuto más. Tal vez si me apresuro pueda llegar en veinte.
A esta hora las calles están prácticamente desiertas, todos los saqueadores regresan a sus casas antes de que la noche caiga para evitar a los infectados que se mueven por las sombras esperando a tomarlos desprevenidos para convertirlos en su cena. Pero aquellos rastreros de la noche no son los únicos con hambre, ha sido un verano seco y tan solo nos quedan las pocas verduras que hemos logrado cultivar en el invernadero improvisado que Deni ha construido en nuestro techo. Generalmente Franky nos ayudaría cazando unas cuantas liebres o ratas de campo para intercambiarlas con nosotras por tomates y rábanos pero la condición de su madre ha empeorado en las últimas semanas y ha pasado todo el tiempo que puede cuidándola.
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DANZER - El fin está por comenzar - EN ESPAÑOL
Science-FictionDurante diecisiete años Zelie ha llevado una vida casi ordinaria: asistir a la escuela, discutir con su hermana mayor, entrenar para convertirse en bailarina profesional, y luchar contra zombies. Si bien no ha sido la glamurosa vida con la que la...