Capítulo 3

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Era consciente de que sus habilidades sociales estaban oxidadas, aun así, no podría importarle menos. Solo quería ir a casa y encerrarse en su habitación por el resto del día, del mes o de ser posible, por el resto de su vida. No obstante, aquí estaba, sentado frente a esta chica que se veía por completo diferente a la chica que lo invitase a comer. 

Sara no dejaba de revisar su teléfono mientras esperaban la comida. Como si ella misma no pudiese creer que lo había invitado, que había hablado con él. Tenía el cabello castaño con reflejos rubios recogido en una trenza sobre el lado derecho, dejando al descubierto su rostro de piel clara, o casi; ya que estaba ensimismada en la pantalla del celular.

Axelei comenzó a sentirse incómodo, deseaba irse. 

Tenía la tentación de tamborilear los dedos sobre la mesa, la comida ya se estaba tardando. A pesar de ello, mantuvo la calma un momento más. Pronto la situación no le pareció la mejor, quería ir a casa. Por otra parte, no quería ser grosero.

Llegó la mesera y con una sonrisa en su dirección les sirvió sus platillos y bebidas. Ambos tomaron sus vasos en sincronía, procedieron a dar el primer trago, lo bajaron y rieron.

—Ni poniéndonos de acuerdo —comenzó Sara, rompiendo la incomodidad.

—Cierto —respondió con una tenue sonrisa que no llegó a sus ojos, y que él mismo sintió un poco falsa.

Esperaba que ella no lo notara.

—Así que, ¿te gusta el básquet? —indagó Sara, cambiando el tema de conversación a otro en el que podía platicar más a gusto, sin sentir que temblaba como gelatina.

Era la primera vez que hablaba con un chico por iniciativa propia, sin las presiones de sus amigas. Ya les contaría cómo le había ido.

—No lo sé. No lo he jugado nunca. —Concentró la mirada en su plato, el silencio era su mejor amigo, comenzó a jugar con la comida.

—¿Cómo crees? ¿Entonces por qué lo juegas? —Sorprendida, se atrevió a dar un vistazo. ¿Cuánto media? El joven era alto, lo había notado antes, como si hubiese sido hecho para ese deporte.

Tal vez se había equivocado y no practicaba ningún deporte, aunque eso no tenía ningún sentido considerando su físico. Pues, aunque lucía delgado, parecía indicar que no tendría problema para realizar actividades físicas. Su cabello castaño estaba cuidadosamente recortado y peinado, dándole una imagen prolija. Más importante: ¿por qué estaba pensando en ello ahora?, sintió sus mejillas arder, trató de disimularlo tomando más agua.

—Mm. —Axel se quedó meditándolo por un momento, claro, no se iba a poner a contarle su vida a una desconocida—. Larga historia —contestó en su lugar.

—Ah, y, ¿puedo escucharla, Lei? ¿Puedo decirte así? —preguntó con una sonrisa coqueta. El valor regresando a ella. 

—De preferencia no. —Negó, prefería que le dijeran Axel a su nombre completo, sin embargo, no se lo hizo saber—. Y la historia, claro, pero no hoy. —Dejó de jugar con la comida y comenzó a comer como si acabara de recordar que tenía hambre y esa fuera su última comida, cortando de lleno toda conversación. 

Comieron en silencio, se despidieron y cada quien se fue por su camino. En definitiva, no había sido una buena idea.

***

En otro establecimiento, cerca de donde Axel había estado, otro joven almorzaba con un grupo de chicos, motivado por el club que había elegido.

Su sonrisa mostraba confianza implacable, ganándose un par de miradas y unos cuantos números de teléfono que al final del día terminarían olvidados, al igual que su desvanecida sonrisa.

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