Capítulo 43

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Las clases transcurrieron en silencio, pero no fueron tranquilas para Gad. El lapicero pasó de una mano a otra en repetidas ocasiones, cavilaba las opciones para evitar a Lala, o la forma de contárselo más adelante. Sin que alguna idea le pareciera mejor, dejó el bolígrafo por la paz. Ya se le ocurriría algo.

El resto del tiempo se la pasaron con miradas robadas entre uno y otro, pues Gadiel prefirió quedarse en uno de los rincones del salón, cerca de Loreto y los otros chicos. A pesar de lo acontecido, tal como ella dijo, no le guardaba rencor. Incluso parecía compadecerse de él y de su "no correspondido amor". Excepto que ahora las cosas habían cambiado, observó a Lala que se quedó a lado de su novio. Novio, esa era una palabra que nunca se imaginó usar, y ahí estaba.

Era cierto que siempre habían mantenido una estrecha amistad; no obstante, era diferente saber que podía quererlo de otro modo y que él devolvía su afecto de la misma manera. De pensarlo, una cálida sensación lo recorrió, y sin poderlo evitar, una sonrisa se desplegó en su rostro.

—¿Ya se lo dijiste? —indagó Loreto en voz baja, sacándolo de sus contemplaciones.

—¿Qué? —fingió demencia.

—Tú sabes de lo que hablo.

—Tal vez. ¿Te importaría no decir nada de lo que sabes?

—Bien, hazlo cuando estés listo. Espero que no sea tarde.

—Descuida, gracias por el consejo.

Las clases finalizaron, Lala guardó sus cosas. El sonido de sus tacones repiqueteaba en el suelo al acercarse, por lo que Gadiel levantó la vista de sus últimos apuntes.

—Hoy has estado callado —afirmó ella. Trató de buscar algún indicativo de su conducta inusual—. No has dicho ni hola —prosiguió con cautela.

Se quedó quieto un instante, en busca de una respuesta.

—Hola, ¿qué hay? —Sonrió—. ¿Callado? Un poco, no es para tanto —contestó restándole importancia—, nos vemos —dijo y se despidió con la mano. Si ella indagaba más, era probable que le contara todo en un abrir y cerrar de ojos.

—Y ahora este, ¿qué mosco le picó? —Lala preguntó a Axelei que se acercó a ellos—. ¿Siguen enojados?

Ante eso, Loreto los miró con una disimulada sonrisa.

—Ningún mosco. —Axel sonrió al recordar las palabras de su primo—. Quizá entrará temprano al trabajo —respondió, y evitó la segunda pregunta. Revisó el móvil por si acaso. En efecto, el moreno le dejó un mensaje en el que le avisó que se adelantaba al departamento, que lo esperaría allá.

—Ya veo. Bueno, ¿qué vas a hacer ahora?

Axel lo meditó un momento antes de responder, podría invitarla a comer con ellos para hablar un rato, no obstante, habían quedado en no contar nada. Vaya, Mal tenía razón. Ocultar su relación iba a ser complicado, ya que se veían seguido y le resultaba imposible no querer besar a su novio ahora que podía hacerlo.

—Iré a comprar comida —empezó cuando notó que ella aún esperaba una respuesta—. Después regresaré para el entrenamiento de básquet, luego al departamento para terminar las tareas. En la tarde me encontraré con un viejo conocido que quiere que le ayude con una campaña de publicidad, iré al gimnasio, y... posteriormente, ya veré qué hago. —Enumeró con su mano mientras recordaba sus labores del día.

—¿Nada más? —cuestionó ella al tiempo que abría los ojos de par en par con evidente asombro—. No sé cómo no has colapsado. —Negó un par de veces y luego se acomodó un mechón de cabello suelto.

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