Capitulo II

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De camino a la clase de Historia Contemporánea, con su falda escolar roja y su blusa blanca acompañada de una corbata del mismo tono que su falda, con su cabello castaño hasta los hombros con unos rizos delicados. Kiara escucha su nombre y se gira a mirar quien le habla.

– ¿Qué quieres Dylan? Estoy ocupada- dijo un poco molesta.

– Estás más delgada- Interrumpió.

– No te pregunté- contestó exaltada, casi gritando- Dylan déjame tranquila. Antonella debe estar buscándote.

Antonella, era la novia de Dylan. Si, Kiara se había enamorado de alguien con novia, pero ella se enamoró de él antes que tuviera novia. Pero ahora le parecía aún más fascinante que antes. El saber que estaba haciendo algo incorrecto, era su placer culposo.

Dylan se aleja con una risa coqueta.

Según Kiara, lo peor de enamorarse de Dylan, es que descubrió en dos años que era un imbécil. Un par de meses de haberse conocido se alejaron. Él encontró nuevos amigos, de una clase más alta y más populares, a ella le pareció bien pues así se podría olvidar de él.

Pasó lo evidente, Dylan se convirtió en uno de ellos. Un insoportable. Pero Kiara lo seguía amando locamente.

El éxito social de Dylan se convirtió en el martirio de Kiara. Se sentía disconforme constantemente con lo que era. Se miraba al espejo y pensaba "Si fuera más bonita, más delgada, más simpática... quizás le gustaría a él.". Su peores horas del día eran las horas de comer, sentía asco por el solo olor a la comida y se sentía culpable metiendo un poco de ella en su boca. Su dieta se había basado en los últimos meses en Coca- Cola y tabaco, por ello había bajado tanto de peso. Cualquier otra cosa que ingiriera la hacía vomitar o se obligaba a vomitarla. Entre mejor estaba Dylan, más destruida estaba Kiara.

Lo que más le dolía era que Dylan se daba cuenta de su deterioro, de su dolor. Pero no hacía nada por ayudarla.

****

Luego de un par de clases viene la típica hora de almuerzo. Kiara se fue a comprar su diaria Coca- Cola, se sentó en una mesa vacía y sacó de su mochila el libro "Cien años de Soledad" de Gabriel García Márquez, era su libro favorito y lo único que la mantiene cuerda a este límite de su vida. De pronto, escuchó un montón de risas y gritos, apareció un grupo de gente estéticamente perfectos, entre ellos Dylan. Cruzaron miradas, pero no se dirigieron ni una sola palabra. Todo el grupo se sentó en una gran mesa, en la esquina superior derecha del comedor, justo frente de Kiara.

Pasaron un par de minutos y entró en escena ella, Antonella. Con su cuerpo delgado, piel clara, cabello castaño claro y ojos verdes. Se sentó junto a Dylan y se comenzaron a abrazar.

Kiara no deja de pensar que tiene la suerte de mirarlo, pero no la misma suerte que ella. Ella lo mira porque sí, porque puede y quiere. Y es amor, lo sabe porque así lo mira ella. Cómo se miran las personas felices. Retumba constantemente la idea en su cabeza que él no se tiene que preocupar porque ella lo esperara, pero sólo esta vida.

El caos de su sentir se le escapó de sus manos, por eso acepto la distancia con la tristeza dentro y la sonrisa fuera. Pero eso jamás significó que dejara de amarle.

****

Al terminar las clases Kiara siempre se iba caminando hacia la parada para poder tomar la locomoción que le servía. Caminaba rápido, pues siempre terminaba las clases cuando el sol estaba por esconderse y realmente le asustaba estar sola en la parada a oscuras.

Justo cuando llegó, pudo ver a un chico moreno, un poco menor que ella y con una expresión de seriedad en el rostro, pero no de asesino serial o acosador. Aunque, en realidad, uno nunca puede saber con exactitud cómo puede lucir uno. Por alguna razón se sintió tranquila, esperando su carruaje con ese muchacho.

A los minutos apareció el ansiado bus. Kiara se subió y pudo notar que el chico que estaba con ella se subió al mismo bus. Miró los asientos, se dio cuenta que solo quedaban dos y estaban juntos, por lo cual iba a tener que sentarse junto a la persona acababa de analizar si encajaba en el perfil de un asesino serial o un acosador.

– Siéntate tú primero- dijo el chico con tono amable.

– ¿Por qué?- preguntó Kiara confundida.

– Me bajo en un par de calles, así no te molesto para poder bajarme.

– Okey, está bien.

Kiara se sentó y se puso los audífonos, mientras de reojo miraba al chico para ver qué estaba haciendo. Ella reprodujo "Sleep on the floor" de The lumineers. El chico sacó un libro de Pablo Neruda "Cien sonetos de amor". Kiara se quiso reír, pero lo contuvo. Creía que Pablo Neruda era una aberración como persona. Nunca pudo separar a los escritores de sus escritos, lo que significaba que si le gustaba un libro por su historia amaría al escritor automáticamente.

En fin, son cosas que pasan en los autobuses, todos tenemos anécdotas en ellos ¿verdad?

Un amor con olor a canela.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora