Una feliz noche, cinco años después de haberse producido el encanto, en un pequeño pueblo protegido por las imponentes montañas de Colombia, se llevaba a cabo la ceremonia en la que los trillizos conseguirían sus dones.
Los tres pequeños esperaban nerviosos frente a unas puertas resplandecientes, ansiosos por saber que poder les depararía el futuro.
Alma Madrigal, la cabeza de familia, se echó su chal negro sobres los hombros y con paso tranquilo, pero firme, se encaminó hacia el primero de los trillizos. Pepa se acaricio nerviosa su trenza pelirroja al ver a su madre acercarse a ella sosteniendo la mágica vela, símbolo del milagro de la familia Madrigal.
Alma se agachó junto a Pepa y la sonrió con gran dulzura y ternura.
- ¿Vas a usar tu don para honrar nuestro milagro? ¿Vas a servir a la comunidad y fortalecer nuestro hogar? - preguntó la mujer mientras tendía la mágica vela hacia Pepa.
La pequeña asintió enérgicamente y posó sus manitas sobre la vela, para a continuación dirigirse hacia el pomo de la puerta y girarlo. Unos brillantes dibujos aparecieron, representando la imagen de la pelirroja con un gran sol sobre su cabeza y su nombre en la parte superior. Pepa acababa de ser bendecida con el poder de controlar el clima.
Alma se dirigió hacia el tímido Bruno, su único hijo varón, y recitó las mismas preguntas. El niño asintió levemente, y con un poco de temor toco la milagrosa vela y acto seguido giró el pomo de su puerta, donde un trazado de líneas luminosas dibujó sobre la cálida madera la figura de Bruno en cuyo centro se representaba un gran reloj de arena y en la parte superior su nombre. El pequeño recibió el poder de realizar predicciones del futuro.
Y por último, le llegó el turno a la pequeña Julieta. En su puerta se trazó el brillante dibujo de ella con platos de comida, todo ello adornado con hojas de diferentes especies vegetales y en la parte superior su nombre. A la dulce niña se le concibió el don de sanar cualquier mal con su cocina.
Y con todos estos milagros se dio inicio a una animada fiesta entre los habitantes del pequeño pueblo. La música resonaba alegre por toda la casa y todo el mundo reía y bailaba. Pero de repente el llanto de un bebé rasgó el animado ambiente.
Por el río, flotando sin rumbo, descendía un canasto de mimbre, en cuyo interior un bebé de apenas unos meses de edad lloraba desconsoladamente. Con gran rapidez consiguieron sacarla y Alma Madrigal cogió en brazos a la pequeña y meciéndola con ternura consiguió acallar su llanto.
- Pobre criaturita, ¿dónde están tus padres? - murmuró con gesto preocupado.
- ¿Podemos quedárnosla? - preguntó Pepa corriendo hacia su madre para observar al bebé.
- Ay no, que horror, yo no quiero tener un bebé todo el día llorando. - Exclamó Bruno mirando a la pequeña con recelo.
- Tu calla, que nadie te ha preguntado. - le contestó Pepa, formando una nube de rayos sobre sus cabezas.
- Pepa. Bruno. - Alma se apartó del nubarrón mirando con severidad a sus hijos - Y no, no nos lo podemos quedar, ya tenemos demasiadas obligaciones, además de que ahora debéis aprender a controlar vuestros dones y tener un bebé en la casa podría ser peligroso.
- Yo podría encargarme. - de entre la multitud allí reunida el párroco dio un paso hacia delante - Es deber de buen cristiano cuidar del prójimo. Prometo que no le faltará de nada y recibirá una correcta educación.
- Muchas gracias Manuel - la cara de Alma se iluminó con una sonrisa de agradecimiento - Julieta prepara unos biberones para la pequeña, así crecerá sana y fuerte.
- ¿Y cómo se va a llamar, mamá? - preguntó Pepa emocionada.
Alma miró a la criaturita que dormía plácidamente sobre sus brazos, sonrió con gran ternura y volviendo a posar sus ojos en sus tres hijos respondió - Milena... Se llamará Milena.
Y así es como comienza está historia, con una noche llena de sorpresas.
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Un don tan especial como tu.
RomanceSiempre se ha dicho que los polos opuestos se atraen, pero... ¿serán tan diferentes? Los prejuicios de las gentes así lo dicen, pero al igual que en muchos famosos libros, no podrían estar más equivocados. . . . . . . . La mayor parte de las referen...