Capítulo 3

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Suspendida en el aire, Lena contemplaba el pequeño pueblo de Encanto, sus coloridas casas, sus calles empedradas, la pequeña iglesia donde vivía e incluso la casa de los Madrigal, todo ello viéndolo desde una perspectiva completamente nueva, dándose cuenta de lo pequeño que parecía todo desde ahí arriba. Ahora entendía porque  los pájaros amaban volar, se sentía tan libre...

Mientras tanto los tres hermanos corrían por las sinuosas calles, contemplando con admiración el nuevo ave que conquistaba sin miedo los cielos.

Bruno estaba fascinado, no podía apartar la mirada de su querida amiga, a sus ojos su hermosa silueta se asemejaba a la de un ángel. Se necesitaba tanta valentía para lanzarse sin miedo a surcar los cielos y sin embargo ella lo hacía sin siquiera dudarlo un segundo, siempre había sido así, una niña valiente y con grandes inquietudes, que sin temor hacía posible lo imposible.

Tan perdido estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta que sus hermanas se habían detenido al llegar a la plaza del mercado, chocando repentinamente contra Pepa, que calló al suelo por el golpe.

- ¿Pero a ti qué te pasa? Mira por donde vas idiota. - mientras gritaba una gran viento empezó a levantarse - Por tu culpa mi vestido nuevo se arruinó. ¿Qué me pondré esta noche para la quedada?

- Pepa... creo que deberías calmarte... - Julieta intentó tranquilizarla, pero ella simplemente la ignoró, se levantó y se dirigió hacia Bruno mientras seguía gritando.

- Lo compré ayer para poder impresionar a Alejandro. Había estado ahorrando para ello y mira. Se suponía que todo iba a ser perfecto esta noche y él se enamoraría de mí, pero nooo. Tenías que venir tu y arruinarlo todo como siempre.

- L-lo siento, de verdad lo siento... - No dejaba de repetir una y otra vez, pero su hermana ya no le escuchaba y el viento no hacía más que ir en aumento.

Sombreros y pañuelos de tela el vendaval arrebató a los que pasaban por ahí, las cosas más ligeras de los puestos salieron volando y los árboles se mecían tan violentamente que parecía que de un momento a otro terminarían por partirse. Las personas se resguardaban donde podían del repentino temporal, arruinándose así lo que empezó como un tranquilo día de primavera.

Todo ello fue detenido por una potente e imponente voz que congeló la sangre de los chicos.

- Pepa, Julieta y Bruno Madrigal, ¿se puede saber que es todo este escandalo? - La voz de Alma resonó furiosa.

- Es todo culpa de Bruno, mamá. Arruinó mi vestido nuevo. - Lloró Julieta mientras una pequeña nube de lluvia se formaba sobre su cabeza.

- ¿Es que no sabes comportarte? Parece como si solo quisieras crear problemas, se supone que tenemos que ayudar a la comunidad, no destruirla. - La mirada de Alma hacia Bruno era fría y cortante y este no podía hacer otra cosa que sentirse cada vez más pequeño - Creo que después de todo no debería sorprenderme... - Su tono se tornó cansado - Hijo, solo espero que algún día aprendas a comportarte como un verdadero Madrigal.

Las palabras de su madre lo habían herido más de lo que pudieran imaginar. "Lo intento, de verdad lo intento..." era lo que Bruno quería decir, pero las palabras se negaban a salir por su boca. Las personas empezaron a murmurar y el mundo a su alrededor se empezó a nublar. Cundo las primeras lagrimas iban a aparecen en sus ojos se dio cuenta de que nadie le miraba a él, todos tenían la vista fija en el cielo...

- ¡El ornitóptero está cayendo! - El grito de Julieta hizo que el corazón de Bruno se detuviera y todo lo que acababa de acontecer se desvaneció de su mente, centrando toda su atención y temor en el gran artefacto que se desplomaba, con la persona más importante de su vida, en su interior.

Milena había luchado por estabilizarse en el fuerte viento que había creado Pepa con su don, pero todos sus esfuerzos habían sido en vano cuando una rama, arrastrada violentamente hasta tales alturas, había desgarrado el cuero de una de las alas. Ahora descendía a gran velocidad, precipitándose sin remedio hacia el suelo.

- Piensa rápido Milena... - se dijo a si misma, mientras una sonrisa se formaba en su rostro - Lo siento mi señor, pero aún no nos podemos reunir, tengo una lista demasiado larga de cosas que tengo que hacer antes de que nos veamos.

La mente de Lena empezó a trabajar rápidamente, captando todos los elementos que había a su alrededor. Ni si quiera ella entendía el porqué disfrutaba de aquellos momentos de gran riesgo, la adrenalina que inundaba su cuerpo la hacía sentir viva y a la vez mentalmente se sentía tranquila y trabajaba a gran velocidad, con ideas frías y claras, calculando todas las posibilidades y descartando hasta encontrar la mejor ruta de escape. Ya sabía lo que tenía que hacer...

Sacó un pequeño cuchillo que tenía atado al pantalón y con rapidez cortó las cintas que la mantenían sujeta, no tenía tiempo que perder, cualquier segundo de retraso modificaría todos sus cálculos. Colocó sus pies sobre la caña de guadua que hacía su función de columna vertebral del ornitóptero y con gran esfuerzo ejerció presión para poder volver a colocarlo horizontalmente, obteniendo más estabilidad y reduciendo la velocidad de caída, gracias a la resistencia que oponía el ala que seguía intacta. A continuación, con un movimiento rápido y preciso se soltó del agarre principal para posar sus manos en las guaduas del ala afectada. Esperó unos segundos, contuvo el aire y su mirada se detuvo sobre la de Bruno, aumentando así su determinación. Entonces sin pensárselo más saltó agarrada del invento, haciendo que este virara bruscamente, arañando en el proceso su cara y manos y justo en ese preciso instante se soltó.

El ornitóptero se estrelló con gran estruendo contra el suelo, llevándose con él varios de los puestos, pero por suerte ninguna persona se vio afectada, ya que con el viento de Pepa se habían dispersado, alejándose de los tenderetes por si estos se venían abajo.

El corazón de los trillizos latía a gran velocidad, el miedo se veía reflejado en las caras de todos los allí presentes y Alma horrorizada miraba el desastre que acababa de producirse. Un gran silencio se apoderó de la antes animada plaza y todos temían romperlo, imaginando lo peor.

- Que nadie se mueva. Hijos quedaos aquí. - Alma rompió el silencio, cogiendo las riendas de la situación.

Por la cara de Pepa y Julieta no dejaban de caer lágrimas, mientras abrazaban a Bruno, quien simplemente había dejado de reaccionar, en su cabeza solo había un ruego... "Por favor, que ella esté bien..."

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