Capítulo 2: Un tornado rubio.

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Welcome to the black parade ~ My chemical Romance.

Ni siquiera me pregunto donde debía dejarme, solo lo supuso y acertó

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Ni siquiera me pregunto donde debía dejarme, solo lo supuso y acertó.

Se detuvo en el frontis de la florería y me miro, esperando algo, no supe bien el que, así que solamente me limite a darle las gracias de una forma bastante seca y me baje.

Rose me sonrió a través del cristal para luego poner en marcha su carcacha e irse.

Dude antes de entrar. Hace dos meses que no venía a dormir aquí. Hace dos meses que nadie que viviera allí supiera de mi paradero. Dos meses... y yo nada más esperaba que la razón por la cual me había ido en un principio ya no estuviera ahí.

Entre sin darle más vueltas al asunto y lo primero que escuche fue el tintinear de la campana cuando abrí la puerta. Después vi el reluciente cabello rubio de mi hermana dar un leve vuelo cuando ella se dio la vuelta para ver quien había ingresado al local.

Su expresión neutral se convirtió en una de felicidad casi de inmediato y sin esperar a que siquiera dijera hola, se lanzó sobre mí como un insecto.

No tuve la suficiente fuerza para poder mantenernos de pie, por lo cual caí en el piso con ella encima de mí y en el trayecto nos hicimos venir un jarrón abajo. El sonido que provoco la cerámica rota no fue suficiente como para que Marissa dejara de apapacharme como lo estaba haciendo, pero si fue lo suficientemente ruidoso como para que la abuela apareciera por el umbral de la puerta que conectaba la casa con el negocio.

—¿Qué has roto, ahora, Maris...? —Su pregunta quedo a media formulación cuando me vio tirado sobre el piso, se llevó una mano a la boca sin creérselo y se sostuvo a lo primero que encontró detrás de ella, antes de casi maldecir mi nombre—. ¡Spencer!

—Te dije que seguía vivo —exclamó la rubia que sostenía entre los brazos—. Es como la mala hierba, nunca muere —empezó a reírse sin dejar de abrazarme, no pude evitar sonreír con esa comparación.

Pero mi casi sonrisa desapareció al instante en que sentí las cerdas de la escoba sobre mi piel, como si quisiera barrerme del lugar—. ¡Eres un...! —intento decir la abuela con las lágrimas a punto de salírsele—. ¡No sabes lo preocupada que he estado por ti! ¡Pensé que te habían asesinado y vendido tus órganos! ¡No me vuelvas a hacer esto, Pepper!

Mire a Marissa ni bien insinuó lo del tráfico de órganos, porque sabía claramente que esas palabras textuales eran de ella. Mi hermana que se carcajeaba divertida a mi lado, pronto se calló cuando la escoba fue a parar en ella.

—¿Sabes lo que cuesta ese florero, niña? ¿Ahora de donde sacaré el dinero para reponerlo? —le grito. Marissa farfullo algo en voz baja sin dejar de reírse a carcajadas.

—Oh vamos, aquí todos sabemos que puedes pagar ese florero y hasta cinco iguales —respondió con altivez y la escoba le cayó en el muslo de forma reprochable, pero sin hacerle daño.

El chico de las TormentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora