Hermanas Danger

Capítulo 10.

(Alexandra)

"Y... eso fue todo..." terminó de contarme mi mejor amiga una vez que el extraño misterioso, mejor conocido como Dylan la dejó en casa y se fue. Obviamente como persona completamente normal que soy, lo primero que hice fue tomar a Sky del brazo y arrastrarla hasta el sofá e interrogarla sobre todos y cada uno de los aspectos de su cita. Su primera cita oficial señoras y señores. "¡Que no fue una cita!" gritó frustrada al ver mi sonrisa de psicópata.

"Claro, lo que tu digas..." Aun no puedo creer que de la nada apareciera este chico y la llevara primero al Black&White a comer y luego al parque, y eso sin mencionar que la había rescatado dos veces. El romance está en el aire. Okay, tal vez estoy exagerando las cosas, pero no es mi culpa que se haya acabado la última temporada de "Gossip Girl" (spoiler alert) y que la boda de Chuck y Blair me haya dejado las expectativas del romance al mil por ciento. Me levanté del sofá de un salto y le grité: "¡Ahora, ¡anda a dormir que mañana nos espera el primero de los mejores días de nuestras vidas!" En su cara nada más veía confusión, así que agregué, "¡Nos vamos a la playa!"

"Ugh, y ¿eso te parece uno de los mejores días de nuestras vidas?" respondió ella, a lo que yo le dije que si no le gustaba la playa no sé para que se mudó a California, y luego cada una se fue a dormir, después de todo tendríamos que salir de casa temprano para conseguir un buen sitio en la playa.

A la mañana siguiente apenas nos despertamos, nos cambiamos en nuestros trajes de baño, preparamos nuestros bolsos de playa, yo tomé mi tabla de surf y montamos todo en el auto de Sky. En la mudanza no venían nada más maletas con ropa y demás, si no que también venía el Mini Cooper de Sky en una plataforma atada a la parte de atrás del camión, además como otras pertenencias nuestras, entre las que se hallaban nuestras guitarras y mi bebé. Creo que amo a esta tabla casi tanto como al helado de vainilla... Una vez listas, agarramos la carretera hacia Santa Mónica. ¿Saben esa playa que siempre aparece en las películas en la que hay un muelle con una rueda gigante? Pues esa misma es, además de que es perfecta para surfear y no queda tan lejos de casa.

Cuando llegamos a la playa, en lo único que podía pensar era en lo bueno que había sido la idea de salir de casa apenas saliera el sol, las olas estaban maravillosas, y los únicos que ocupaban la playa hasta ahora eran los demás surfistas. Escogimos un sitio en la arena que no estaba ni muy cerca ni muy lejos del mar, y mientras Sky tendía nuestros pareos y los sujetaba con las demás cosas, yo me quitaba la ropa de calle y me colocaba la camisa de agua y me aplicaba protección solar en la piel que quedaba expuesta. Podré estar bronceada, pero eso se debe a los días incontables que paso en la playa, esta que está aquí no quiere cáncer de piel, gracias. Tomé mi tabla y me dirigí hacia el agua que me llamaba a gritos. Luego de pasar la parte en la que las olas rompían, permanecí sentada observando a los demás surfistas por un rato, ver cómo hacían para dividirse las olas, etcétera. Finalmente encontré una ola de buen tamaño y que a nadie más le habia dado oportunidad de tomar por andar esperando olas mayores, y comencé a remar.

Me levanto sobre la tabla, sintiendo como agarro velocidad con la ola, cuando miro en la dirección de Sky y empezar a practicar una que otra maniobra cuando la veo haciéndome señas. Me giro hacia donde apunta y aparece un tipo cortando la ola en mi dirección, íbamos a chocar si no me quitaba. Así que hice lo único que pude, giré la tabla lo suficiente para moverme hacia la izquierda y me salí de la ola, lo que por supuesto me hizo perder la estabilidad y caer al agua. Salgo a la superficie y me coloco sobre mi tabla una vez más, luego de revisar que no venían más olas me quedé mirando como ese engreído se aprovechaba de mi ola. ¡¿Qué rayos le sucedía a ese engreído?! Una vez que el tipo comenzó a remar una vez más hacia el área de quiebre, yo empecé a remar para interceptarlo, aunque para mi sorpresa no era necesario pues él se dirigía hacia mi.