Petrificada

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     Hace 2 años

— ¡Por favor Samantha! No creerás lo que dice Lery, ¿cierto?

— Si lo piensas bien, es muy posible que pase.

— ¿Viste? No es imposible Amey. — Afirme.

— Pff, por favor, solo tú creerás que algún día el ser humano será capaz de volar por sí solo.

— Vale, vale, que por sí mismo eso no sucedería, pero imagina que se cree una sustancia que nos permita desarrollar la habilidad de volar, como las alas de un águila o la de un murciélago.

— Podría aclarar que eso ya existe y se llama desechos radioactivos y tóxicos, no sería posible que desarrolles tus alas de águila, pero si una mutación biológica — Acotó Samantha.

— No, no me refiero a desechos, me refiero a una sustancia investigada, probada y 100% libre de la aparición de un tercer ojo o una cola de mono.

— Eso tomaría años de investigación, prácticas de prueba y error, con un alto riesgo de provocar el apocalipsis, pensé que ya viste muchas películas de zombies con un inicio de historia similar, científicos locos tratando de evolucionar al ser humano mediante la ciencia altamente riesgosa.

— En conclusión, nunca pasará, ahora vamos por un helado. — Finalizó Amey

     Llegamos al puesto de helado, el señor nos abrió la tapa y gustosamente escogimos lo que nos provocaba.

— Está bien, como digan, pero no esperen que les de paseo gratis cuando tenga mis súper alas. — Alardeé.

— Sí, no gracias, prefiero estar con los pies en la tierra y no la cara directo a la tierra.

— Pienso igual que Amey, prefiero eso a estar vomitando por el cielo debido al miedo.

— ¡Es que ustedes no lo entienden! La verdad mi deseo es poder volar, — Confesé. — siempre me pregunto; ¿cómo se sentirá estar por los cielos? Tocando las nubes. — Fantaseé.

— Ya niña, deja de soñar y come tu helado que se te derrite.

— Si me permiten meterme en su conversación, la verdad es un lindo sueño, ¿no lo creen? — Carcajeó risueño el heladero mientras acomodaba algunos helados del carrito — Digo, es posible cumplirlo. — Alzando la mirada directa a Lery.

— ¿Vieron? Hasta el heladero está de acuerdo con mi deseo, ustedes son las que no comprenden mis ganas de evolucionar — Dramaticé.

— Como digas Lery, come, come, se derrite — Ordenó Amey. — ¡Muchas gracias, señor!

— ¡No hay de qué, hasta pronto! Espero que puedas cumplir ese sueño de la mejor manera. — Se despidió con una sonrisa algo rara.

— Ah, gracias, creo. — Agradecí extrañada.

— ¿No es su voz muy atractiva? Es como áspera y profunda. — Preguntó Amey en voz baja y ya estando alejadas del puesto de helado.

— Ni idea, solo me hipnotizó esa piel canela, está lindo el heladero, ¿verdad? — Agregó Samantha.

— Sí y veo que se sintió cautivado por Lery. — Carcajeó Amey, codeandome el brazo.

— ¿Qué? Claro que no, solo le pareció genial mi sueño, a parte ... Era medio raro, ¿no?

— Ay, por favor Lery, solo es coqueto. — Contradijo Amey.

— ¿Sabes lo que está bien cautivador? Éste rico helado, así que déjate de ideas raras y come

— Uy, así será general. — Bromeó colocando una mano en su forma como lo hacen los militares al saludar a un general.

— ¿Esa de ahí no es tu mamá, Lery? — Preguntó Samantha.

— ¡Oh! Sí, sí es. — Afirmé viendo a lo lejos a mi madre esperando en el auto. — Bueno, creo que me voy, ¡las veo el lunes en la Universidad!

— ¡Bye! — Respondieron al unísono.

     Corrí hacia el carro de mi madre, entré y la iba saludar hasta que veo sus ojos abiertos a más no poder, pálida como papel, nudillos blancos por la fuerza que aplicaba en el volante y su leve temblar.

— ¿Mamá? ¿Estás bien? — Pregunté.

— ¿E-eh? — Me miró aún con sus ojos desorientados y respiró una gran bocanada de aire — S-sí, todo está bien, solo pensé que vi a alguien conocido.

— Vale ... — Seguía sin convencerme.

     Sus ojos no dejaban de mirar al frente, mirando varias veces a la derecha a lo lejos.

— Mamá, ¿segura que estás bien?

— C-claro, ¿por qué crees que no?

— Porque te aferras al volante como si tu vida dependiera de ello y ni hemos arrancado.

— ¡Ah! Perdón mi cielo, c-casi choco está mañana, así que estoy con un poco de miedo. — Excusó, calmó un poco su pánico y arrancó camino a casa.

     ...

     Quién diría que todo acabaría así.

Ahora puedes volar | By DokaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora