O4 | ❛𝙀𝙡 𝙂𝙖𝙡𝙡𝙤❜

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Padrinos
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Maya ayudó a un pueblerino discapacitado de Isla Luna, con quien accidentalmente había chocado, provocando que cayera al suelo.

Isla Luna era un lugar hermoso, realmente irradiaba esa atmósfera mágica que caracterizaba su cultura de brujería, hechicería y magia. Las princesas habían estado explorando la isla con la esperanza de encontrar al famoso gallo mago, una figura central en la profecía Teca.

—¡Maya! —regañó Yatziri entre dientes a su hermana mayor—. Disculpe a mi distraída hermana, buen hombre —dijo, mientras ayudaba al pobre discapacitado a levantarse.

—Gracias, niña. ¡Pero wow! ¿Qué onda con tu pelo? —exclamó el residente, señalando a Yatziri, la princesa del inframundo.

—Ah, nada. Así es mi cabello —respondió Yatziri, quien aún no comprendía del todo que su apariencia y magia no se veían todos los días en las tierras de la superficie.

—¡Ay, disculpe! —interrumpió Maya, tratando de desviar su atención—. Lo siento mucho. Pero... ¿podría decirnos dónde encontrar el consejo de magos?

El joven en muletas vaciló antes de responder. Se dio media vuelta con una expresión apenada.

—Sí, podría decirles, pero es un secreto de brujas y magos —dijo, mientras estiraba la mano hacia Maya, claramente esperando una recompensa. La princesa Teca no dudó en darle una moneda de oro. Satisfecho, el pueblerino señaló con su muleta una gran construcción en forma de gallo que estaba a menos de treinta pasos de ellos. —¡Bienvenidas al consejo de magos lunares!

—¿Significa que ya estábamos aquí? —susurró Yatziri, algo confundida.

—¡Agh! No tengo tiempo para esto —gruñó Maya, agarrando la mano de su hermana y avanzando furiosa, empujando al chico con su hombro mientras pasaba.

Ambas entraron al recinto del consejo de magos. Dentro, los magos charlaban y reían entre ellos, aparentemente ajenos a la llegada de las princesas.

Maya y Yatziri subieron a una mesa en el centro del salón. Maya colocó su garra de águila y su casco sobre la superficie con determinación.

—La profecía Teca estaba equivocada —anunció Maya, logrando captar la atención del consejo—. Nosotras somos la profecía, y usted, gran bruja, es el gallo mago que estamos buscando.

El consejo estalló en carcajadas, y la gran bruja rió más fuerte que nadie.

—No, en serio. Yo soy la gran águila guerrera —insistió Maya, aunque ahora su voz temblaba ligeramente.

Las risas del consejo continuaban, sus ojos llenos de lágrimas de tanto reírse.

—¿Qué les da tanta risa? —gritó Maya, frustrada.

Yatziri, igualmente ofendida, decidió actuar. Con su magia, conjuró una ola de pétalos naranjas que llenó la habitación, logrando silenciar las risas y capturar la atención de todos.

—¡No tenemos tiempo para esto! —exclamó Yatziri con firmeza.

—¿Te atreves a usar magia del inframundo en mi reino? —amenazó la gran bruja, ahora visiblemente molesta.

—Puedes venir con nosotras, destruir la puerta divina y salvar al mundo... o quedarte aquí como una cobarde —añadió Maya, desafiante.

—¡Basta! —gritó la gran bruja, golpeando la mesa con fuerza—. Ustedes, los Teca, siempre pensaron que comprendían la profecía, pero estaban equivocados. Y ahora vienen a mi reino, me faltan al respeto y esperan que me una a su ridícula misión para salvar al mundo.

𝑪𝒆𝒎𝒑𝒂𝒔𝒖𝒄𝒉𝒊𝒍 | Maya y los Tres Donde viven las historias. Descúbrelo ahora