Capítulo 1

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Desde hace mucho mucho tiempo, en el país de la India, había una tradición inevitable, que aunque te negaras a realizarla, te obligaban. Ésta se hacía al azar a través de una rosa, pero con una condición: Que la persona que se escogiera fuese mayor de edad.
La rosa era la que elegía quién tendría que ser sacrificado en honor a la Reina de la muerte y del amor: La diosa Kali. Si te aparecía la rosa, y la ignorabas o rechazabas, ella te seguía acechando, provocándote pesadillas y una vida insoportable que te llevaría hasta la misma muerte. Por ese motivo, una vez que se te presentara, no podías escapar de ella, porque irías a la muerte de una forma u otra. A este acontecimiento se le llamaba: shatty.

Esta es la historia de una chica llamada Laila, de unos 17 años , apunto de los 18, de una larga melena negra y ondulada. Su piel era morena y su vestidura era muy similar a la de la gente de su tierra, pero a ella le quedaba de una manera especial. La túnica que portaba era de un morado fuerte, que le resaltaba sus ojos marrones y grandes como dos castañas. Sus zapatos eran dorados, aunque un tanto destartalados, y lucía una diadema en la cabeza a juego con su calzado. Y por último, estaban sus labios, que eran voluminosos y que ella misma se pintaba con un rojo chillón. Pero poco duraba la tonalidad, porque, su antipática y huraña madre entraba en su habitación y decía:

-¿Se puede saber que haces con ese pintalabios? -dijo mirándola con desprecio. -¡Te he dicho que no uses eso! ¡Pareces una buscona! -y de un fuerte manotazo le quitó el pintalabios que cayó al suelo con estrépito y se rompió. -Para que te sirva de lección. -y se marchó de la habitación con un portazo.

La chica corrió al suelo para reparar el daño, pero no pudo arreglarlo. Lo cogió entre las manos y se puso a llorar desconsoladamente en la ventana con buhardilla que tenía en su habitación. Siempre que le ocurría algo parecido con su madre, deseaba que llegase su cumpleaños para poder ser mayor de edad y marcharse de aquella infeliz casa.

Su infancia tampoco fue la mejor porque tuvo que afrontarla sin su padre que era el único apoyo que tenía. Él la dejó cuando Laila sólo tenía 5 años. En ese momento, el padre padecía una enfermedad incurable llamada "ELA" que consistía en la pérdida del control muscular. Ella cuando su padre falleció, no sabía apreciar lo que acababa de perder porque era demasiado joven. Pero conforme pasaba el tiempo, se iba dando cuenta de ello y no podía evitar lamentarse, y siempre a las espaldas de su madre, porque si no, ella le podría reprender. Aunque Laila quería a su madre, no la entendía la mayoría de las veces porque lo único que ella estaba consiguiendo era que se autoencerrara en su habitación y no conociese el mundo.

Lo único podía hacer por el momento, era adaptarse. Pero era poco lo que le quedaba, porque a finales de ese mismo mes, sería su cumple y podía librarse. Sólo quedaban 3 días y ese era el motivo que le animaba a seguir viviendo. Pero también había otro pensamiento que le atormentaba: La idea de que pudiera ser ella la elegida para el shatty.

Aquella mañana, decidió salir a dar un paseo y observar el pueblo. Todas las calles estaban abarrotadas de gente que compraba diferentes tipos de especias y legumbres típicas de allí. Pero el puesto que más le llamó la atención fue uno en el que había mucho bullicio y estaban haciendo un coro observando como discutían una mujer con el pescadero:

-¡Usted no se entera! -dijo la mujer eufórica- ¡Le he dicho que quiero un kilo, no medio!

-Disculpe señora no me había dado cuenta. Ahora mismo se lo cambio. -añadió el vendedor con cierto estrés.

Pero la mujer que no se había quedado satisfecha, replicó:

-¡Pero es que no tenía que haberse equivocado, porque se supone que tú trabajas en esto y lo tienes que hacer bien! Pero es que encima me pides más dinero habiéndome dado mucho menos de lo pedido!

Pero Laila no soportaba ver esa situación porque se sentía identificada. Así que no dudó ni un segundo en interponerse:

-Perdone, ya has visto que te lo va a cambiar, por qué sigues reprochándoselo- dijo dirigiéndose a la molesta mujer, que la miró con sorpresa al ver que alguien como ella había intervenido en su "importante conversación".

-No es asunto tuyo muchacha. Vete antes de que te llegue a ti también.

-Pues no. Porque no me parece justo que trate así a este señor.

-No hace falta....-añadió el pescadero, pero no le dio tiempo ha terminar la frase porque la mujer le hizo un gesto para que se callase mientras seguía mirándola.

-¿Cómo has dicho?-dijo con una mueca muy exagerada.

-Lo que escuchas. -y en ese mismo instante, mientras todos estaban expectantes ante este espectáculo, la mujer cogió a Laila por la muñeca haciendo que todas sus pulseras bailaran en el brazo y la tiró al suelo, dejándola como una rata sucia y humillada. Entonces algo empezó a rodar por el suelo hasta que se dejó ver. Era el pintalabios rojo que anteriormente había roto su "querida" madre. Ese fue el colmo porque todos se empezaron a reír. Entonces, notó que un inoportuno rubor cubría sus mejillas, así que pegó un salto poniéndose de pie y salió corriendo de allí no sin antes recoger su pintalabios.

Triste y afligida, se fue a su rincón favorito. El puerto. Por lo menos allí podía pensar en otra cosa que no fuese su miserable vida. Desde ahí se veían cómo las embarcaciones anclaban en el muelle, y se iban a emprender un nuevo viaje. A veces ella también pensaba en escaparse en uno de aquellos barcos y no volver.

Entonces se acordó de que debía volver a casa para almorzar con su madre.....

La Rosa maldita [En curso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora