El joven albino que aspiraba ser actor

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—¡Eh! ¡Vuelve aquí!

Mis pies descalzos empezaban a sufrir por ir corriendo sobre calles de piedra, pero no podía detenerme. Me estaban persiguiendo, estaban a nada de alcanzarme, y si lograran su objetivo, sería mi ruina. Debía perderlos de vista lo antes posible.

—¡Ven aquí, gamberro!

Afortunadamente, conseguí esconderme en un callejón, pegándome a la pared. A los pocos segundos, vi cómo el dueño de la tienda en la que me habían descubierto robando se daba prisa por encontrar al ladrón. Por suerte, no me vio, pero decidí esperar unos segundos a que hubiera pasado lo suficiente de largo.

Tras comprobar que no había moros en la costa, salí de mi escondite y me camuflé entre la multitud londinense. Muchas personas me miraban mal, con desprecio, incluso con asco, al fijarse en mi ropa llena de manchas y con algunos agujeros y en mi cara sucia. Paré en una tienda para mirarme en el cristal del escaparate, aprovechando para ordenar un poco mis mechones blancos. Llevaba días dando vueltas por las calles de Londres, sobreviviendo como podía, robando comida, bañándome en el Támesis pasadas las doce de la noche y durmiendo en callejones oscuros. No era la vida con la que había soñado en la gran ciudad, pero bueno, poco podía hacer.

Yo provenía de Hertford, un pueblo rural cerca de Londres muy poco habitado, del que partí cuando mi familia me negó definitivamente la posibilidad de cumplir mi sueño: convertirme en actor. En mi casa no sobraba el dinero precisamente, mis padres se pasaban los días trabajando para los lores del condado de Hertfordshire. Una vez, un pequeño grupo de teatro vino al pueblo y representó una obra, una que a día de hoy era de mis favoritas, y ahí empezó mi vocación como actor. Pero ellos no lo entendieron.

¿Cómo que actor? ¿Estás loco? ¡Serás nuestra ruina!

¡Te voy a quitar esa idea de la cabeza pero ya! ¡Tú vas a trabajar para los lores, les debemos mucho, qué menos que llevar a alguien más a que les sirva!

¡Ese trabajo no es para hombres como nosotros!

Por eso, me fugué. Llevaba vagando sin rumbo dos semanas. Seguro que mis padres estaban preocupados, pero no me importaba. Ellos no se molestaron en escucharme.

Había buscado mil formas en las que conseguir algo de dinero, pero al ver mi deplorable aspecto, todo el mundo se apartaba de mí. Ahora llevaba varios días por el centro de la ciudad, huyendo de los guardas que pretendían llevarme al calabozo por ladrón y por armar escándalos en la vía pública. ¿Qué más podía hacer? No tenía ni un solo chelín con el que comprar algo de comer, ni un sitio en el que dormir cómodamente.

Seguí caminando, esquivando a los guardas que pasaban cerca de mí y evitando las miradas de todos los ricos que parecían haber visto al ser más horroroso de la tierra. Llegué a una plaza pequeña que desconocía, jamás había estado aquí antes, y para mi sorpresa, había bastante menos gente que en el resto de avenidas y calles. Me acerqué a la fuente y me senté sobre el borde, viendo a la gente pasar. Necesitaba encontrar una manera de sacar dinero de algún sitio, si seguía así iba a terminar muriendo de hambre o de frío en mitad de la ciudad, y entre mis planes no entraba hacerme famoso de manera póstuma.

Más de una vez había pensado en intentar representar algo en algún sitio público donde la gente me viera, con la esperanza de que alguien me diera algunas monedas, pero siempre me acobardaba, pensando que sólo haría el ridículo. Había visto varias obras, había leído varios guiones de teatro de la escuela y hasta había probado a ponerme en la piel de muchísimos personajes, mas no tenía la certeza de ser bueno. Nadie me había visto hacerlo.

Pero estas circunstancias eran especiales... No estaba como para ponerme exquisitos.

Me puse en pie sobre el borde de la fuente, atrayendo la atención de varios transeúntes, mientras que otros me ignoraron y pasaron de largo. Respiré hondo y cerré los ojos, recordando las frases de mi personaje favorito de todos los tiempos: Edward, de La mayor de las lunas.

—No termino de creerlo, James... ¿Otra vez? ¿Cuántas van ya? ¿No te lo he repetido lo suficiente desde que llegaste? —me giré hacia la derecha, fingiendo estar hablando con alguien, y entonces me di cuenta de que se habían acercado más personas a verme—. Nada ni nadie me va a separar de ella. Ni siquiera tú. Sus orígenes, sus antepasados, sus circunstancias económicas, nada de eso puede alterar mis sentimientos por ella —me giré hacia la izquierda, haciendo como que tenía a otra persona delante de mí, retirando algunos mechones de delante de mis ojos—. Y usted, señorita Knightly... Me parece que no termina de entender la situación. Encuentro esa forma de... sabotear la relación de su hermana muy deshonesta, muy ruin, una auténtica traición a una persona de su misma sangre. ¿Por qué no lo comprende? ¿Tan difícil es ver que yo la amo y que ella me ama? —agaché la cabeza, poniendo un rostro de tristeza y desesperación—. Jamás le haría daño, y ambos lo saben. ¿Por qué motivo... Por qué motivo no nos pueden dejar vivir nuestra vida, que para eso es nuestra y de nadie más? —me bajé de la fuente, mirando al público, quien parecía sorprendido, ensimismado, totalmente concentrados en mí—. Esta misma noche iré a buscarla. Y nada ni nadie me va a alejar de mi cometido.

Suspiré, levantando la cabeza y sonriendo ante la audiencia. Multitud de personas aplaudieron, otras silbaron y otras me empezaron a traer monedas, muchas monedas, más de las que uno se esperaría. Yo les agradecí con sonrisas y algunas reverencias a los más elegantes, y tras recoger todo lo que me habían dado, me volví a meter entre la multitud, dispuesto a buscar algún sitio en el que alojarme o comprar comida.

Una voz detrás de mí me hizo que me detuviera.

—Has estado maravilloso.

Al voltearme, me encontré con un hombre joven algo más alto que yo, de más o menos mi edad, de melena rubia, ojos azules como el mismísimo océano y vestido muy elegante, todo de negro. Parecía provenir de una familia adinerada, pero tampoco aparentaba ser un lord. Lo que más me llamó la atención fue el crucifijo que cuelga de su pecho. ¿Sería sacerdote o algo así?

—Muchas gracias, señor —contesté, saliendo de mis pensamientos.

—¿Te gustan las obras de Mello? —preguntó él con una sonrisa, dando un paso hacia mí.

—Sí, es mi autor favorito. Me sé todas sus obras de memoria —respondí yo de nuevo, con una amplia sonrisa, recordando mis ratos en mi habitación leyendo todo lo que encontraba de él-. Son una parte muy importante de mi vida, diría que incluso fundamental.

Él soltó algunas carcajadas y yo no pude evitar sonrojarme. ¿Había dicho algo fuera de lo normal?

—¿Cómo te llamas? —una pregunta más, Dios santo, cualquiera diría que es su afición, al menos, era la impresión que me estaba dando a mí.

—Hace usted muchas preguntas, ¿no le parece? —repliqué, soltando una risilla al final—. Me llamo Nate River, señor. Permítame ahora preguntarle yo algo a usted: ¿también le gustan las obras de Mello?

—Bueno, sería algo egoísta de mi parte... Ya que yo soy Mello.

¿Eh?

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¡Aquí estoy de nuevo!

Tras mucho tiempo, Kiyomi Araki vuelve a entrar en escena. Perdón por haceros esperar, confío en que no os habéis olvidado de mi existencia. ^^'

Estrenamos nuevo fanfic tras un largo periodo de toma de decisiones: "Sobre las tablas", ambientado a principios del siglo XVII. En este caso, la pareja protagonista es MelloxNear, pero contará también con algo de LightxL. Espero que os guste. ;3

No diré cada cuanto pienso actualizar porque no lo sé ni yo, así no decepciono a nadie. Pero intentaré mantener el ritmo. XD

Cuento con que me ayudaréis durante su trayecto, tanto a apoyarla como a difundirla. Os lo agradecería mucho. <3

¡Nos vemos por aquí!

} K-chan {

[+18] Sobre las tablas [Death Note (MelloxNear) (LightxL) Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora