𝙳 𝙾 𝙲 𝙴

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El traje se ajustaba correctamente a su cuerpo, y la tela era tan fina que no sabía cómo iba a lavarla al futuro. JungKook había gastado mucho en él últimamente, y aquel traje no era más que otro obsequio que conservaría por siempre.

Aún recuerda la manera en la que Jungkook lo miró cuando salió de probadores con aquel traje. Sus ojos parecían brillar, como si sonriera a través de ellos. Últimamente siempre lo miraba asi, lo ponía nervioso, mucho, pero al mismo tiempo JiMin disfrutaba de esas miradas, de tener la atención de JungKook sobre él. Que siempre parecía que era la única persona en el mundo para JungKook aún cuando habían más a su alrededor.

No podía creerlo, en verdad su vida había cambiado de sobremanera con la llegada de ese hombre alto casi perfecto con un aire de superioridad, aunque después perdiera aquella actitud arrogante y orgullosa solo con él.

Se sentía amado, realmente amado. Y aunque cada uno de los regalos que JungKook le dieron fueron extraordinarios, lo que hizo que el corazón de JiMin se conmoviera era el significado detrás de todos ellos. Como el piano, le había contado a JungKook lo mucho que quería estudiar música, ser un cantante reconocido, o simplemente dedicarse a enseñar a otras personas sobre ello.

Y JungKook compró un piano.

En la casa de Jungkook, en el pueblo, siempre cantaba tocando un hermosa melodía todas las mañanas al despertar, practicando y recordando cada una de las canciones que su madre le enseñó cuando era un niño, que el mismo practicó en su juventud.

Tocaba a veces por horas sin notar el tiempo, y siempre, cuando terminaba, está JungKook viéndolo desde un sillón con esa leve sonrisa característica en él.

O tal vez cuando lo llevó por todo Seúl de tienda en tienda preguntando si algo le gustaba, si quería algo, como si quisiera cumplir cada mínimo capricho.

Pero lo que realmente tenía atrapado a JiMin en aquel sueño hermoso y romantico, eran las palabras de JungKook, como parecía consolarlo con cada una de ellas, como demostraba todo lo que sentía con respecto a la relación que tenían, los planes a futuro, y sobretodo, cada acción que demostraba el interés que tenía en protegerlo y amarlo, como si quisiera que duraran por la eternidad.

Oh, JiMin estaba enamorado. No lo decía pero sabía que eso se expresaba fácilmente por la forma en la que sonrojaba torpemente por todo, incluso por un mínimo contacto con JungKook. Él podía no decir nada pero su cuerpo siempre lo delataba.

─ ¿Estamos listos? ─JungKook entró a la habitación. Se veía despampanante en aquel traje elegante de color negro con un moño.─ ¿Te gusta el esmoquin o es demasiado?

─ Te ves encantador. ─Pronuncia JiMin con una sonrisa.

─ Y tu estás hermoso, muy muy hermoso. ─Se acerca para tomar el rostro de JiMin en sus manos y dejar un casto beso en sus labios.─ Nos queda solo una hora para irnos y el tráfico aquí es terrible, ¿Te parece si nos vamos ya?

─ ¿Estás seguro que quieres llevarme?

─ Estoy seguro. Eres mi pareja, y si no les gusta, bueno, que se retuersan en sus asientos suena demasiado tentador para ver.

─ ¿Y que hay del presidente? Habrá oficiales y... ¿Y si pasa algo?

─ Lo dudo, un presidente no debe parecer despiadado. Además se echaría a una comunidad entera de todo el mundo encima si se sabe que mataron o hirieron a una pareja homosexual. No le conviene para nada.

─ De acuerdo. ─Asiente. ─ Solo sigo algo nervioso por todo esto, ya sabes, no todos los días tu novio quiere que conozcas a su familia.

─ Supongo, pero mi hermana y mi madre son agradables, te caerán bien, y mi cuñado también es muy buena persona. Mi hermano... Bueno, Doyung puede ser algo difícil de tratar y es un estirado de mierda, pero aún mantengo la esperanza de que las cosas se arreglen entre nosotros.

Arrogante| KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora