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Cuanto más se esfuerce él en seduciros, más debéis creer en su sinceridad.

"Del capítulo titulado, Si eso no es amor, ¿qué es?"

A primera hora de la tarde hacía calor en el salón barroco

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A primera hora de la tarde hacía calor en el salón barroco. O quizá, admitió Hoseok para sí, estaba nervioso. No mucho, pero lo suficiente para que le molestara la corbata, aunque se la había ajustado dos veces. Tocar para un grupo, aun para el reducido número de invitados de Jungkook, no era algo que aceptara muy a menudo. En ocasiones tocaba para la familia y lo había hecho, a petición de su abuela, en la íntima y discreta boda de su madre con su conde italiano. Lázaro había escogido a Vivaldi, por supuesto, y eso complació a Hoseok, pues el maestro italiano era uno de sus favoritos. Y después, cuando su madre, con aquel traje nupcial que la hacía parecer tan joven y encantadora, se le acercó con lágrimas en los ojos y le abrazó emocionada, incluso a él se le empañó la vista. Porque la quería y era conmovedor verlo feliz de nuevo tras la devastadora muerte de su padre.

—Imaginad al conquistador más famoso de Londres, un verdadero imán para el escándalo, famoso por su afición a jóvenes encantadores y a los juegos de azar, interpretando un dúo con un joven y virginal doncel durante una fiesta campestre, solo para complacer a su cuñado.

El cáustico comentario hizo que Hoseok mirara de reojo a su hermano, que se había acercado para colocarse a su lado.

—Nadie lo creería, así que estoy bastante convencido de que mi fama seguirá intacta. Namjoon tenía una expresión inocente, pero eso no era nada nuevo.

—A mí mismo me cuesta creerlo. Dime, ¿hay algo en ese par de ojos color de aguamarina que motive que te hayas vuelto tan pródigo con tu talento? Jungkook me dijo que estaba encantado de que Taehyung hubiera podido convencerte para que tocaras. Oí perfectamente que le hacías creer a Seokjin que su esposo te lo había pedido. De hecho, mentiste, y eso no es propio de ti. Ni tampoco tocar en público. Te lo pregunto, ya que el delicioso joven Kim es un denominador común en ambas situaciones.

Eso se acercaba demasiado a un territorio incómodo, y Hoseok lanzó una mirada torva a su hermano.

—¿No te basta con utilizar el ingenio para combatir a Bonaparte? Estoy convencido de que mi vida privada no puede compararse con intrigas de esa categoría.

—Por desgracia, Bonaparte está muy lejos. Tú, en cambio, estás aquí. —Namjoon hizo un ruidito con los dientes, parecido a una carcajada.

El problema era que en ese par de ojos aguamarina había algo que impulsaba a Hoseok a hacer cosas irracionales, tales como corretear por los jardines a la luz de la luna. Diantre.

Olvidó esas cuitas mientras los invitados ocupaban sus asientos, dispuestos en una esquina del gran salón, alrededor del estrado donde estaba el pianoforte. Tenía que interpretar esa pieza endemoniada porque le había dado su palabra a Taehyung, pero se alegraba de que le hubiera aconsejado que la ensayara antes. Era una composición desconocida y por eso mismo intrigante.

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