Capítulo 11: Protego

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Severus nunca se había dado cuenta de las ganas que tenían todas las personas de Hogwarts de hablar de Harry Potter en todo momento.
Antes debía de ignorarlo, pero ahora, con Potter invadiendo cada uno de sus pensamientos, oía su nombre en cada rincón del castillo. Oía a los alumnos más jóvenes susurrar sobre él, a los profesores hablando de él, a los malditos fantasmas que teorizaban sobre él, Slytherins cotilleando, Hufflepuffs y Ravenclaws suspirando por él, Gryffindors defendiéndolo.

No podía escapar.

Horace Slughorn era especialmente exasperante, ya que no paraba de hablar del genio de Potter en pociones, algo que Severus sabía que no podía ser cierto.
El propio Severus había esperado, a medias, que Potter diera alguna muestra del inigualable talento de Lily para las pociones, pero se había llevado una gran decepción casi de inmediato. Evidentemente, Horace sólo estaba impresionado por las celebridades. El muy tonto.

La magia defensiva, sin embargo, era otra historia. Potter estaba realmente dotado.

El lunes después de que Potter pasara la noche, Severus casi no había podido entrar en la habitación.
Estaba paralizado por los deseos contrarios de huir de nuevo a las mazmorras, y de ver a Potter estremecerse cuando se sentaba en su sitio.

Vio el estremecimiento.

Fue tan bueno y tan horrible como había esperado, y justo después, Potter lo había mirado con su pequeña y triste sonrisa.
Severus se sorprendía cada vez de lo fuertes que se habían vuelto sus reacciones ante Potter, esa pequeña sonrisa, y el estremecimiento, hacían que a Severus se le revolviera el estómago, con una nauseabunda mezcla de afecto y vergüenza.

¿Y se suponía que tenía que enseñar a este chico? ¿Después de lo que habia hecho?

¿Cómo?

***

Harry le miraba mucho. Durante las comidas, y durante las clases, y a veces en los pasillos, pero no intentaba decir nada.
El brazalete de Severus permaneció frío y silencioso durante toda una semana. Tenía la sospecha de que tal vez Potter esperaba que olvidara lo que había sucedido la última vez y trataba de adormecerlo con una falsa sensación de seguridad. O tal vez estaba tratando de obedecer. Para mejorar su comportamiento normal, mientras sus magulladuras aún estaban lo suficientemente frescas como para recordarle lo que había prometido mientras estaba atado a la cama de Severus.
Bueno, fuera lo que fuera lo que intentaba hacer, no funcionaría, porque Severus moriría antes de olvidar cualquier cosa que Harry hubiera hecho en su línea de visión. Y, desde luego, nunca olvidaría su furia al decirle que no, o la forma en que le había dicho "podrías tener todo lo que quisieras".

Severus escuchó en el parloteo de los pasillos que Draco Malfoy se había topado con Potter en las mazmorras, y que había sido desarmado sumariamente.
Las otras casas parecían deleitarse con este chisme, pero entre los Slytherin, Severus escuchó que Potter ni siquiera había sacado su varita. Que, de alguna manera, había vencido a Malfoy sin decir una sola palabra. Esto no era algo que Severus quisiera sacar del castillo, pero seguramente eso estaba más allá de la esperanza. Todo el mundo parecía saberlo.
Sin embargo, cuando se acercó a Draco, el chico se negó a decirle nada en absoluto, o incluso a hacer contacto visual con él, tendría que volver a intentarlo, más tarde.
Y, en su defecto, tendría que ir directamente a la cima para tratar con él, no podía permitir que la noticia de las inusuales habilidades mágicas de Potter llegara a oídos del Señor Tenebroso. O, al menos, no podía permitir que el Señor Tenebroso lo creyera.

Aparte de este chisme fantástico, el rumor general era que Potter estaba haciendo pruebas para el equipo de quidditch de Gryffindor, y que varios grupos de estudiantes de otras casas planeaban colarse en ellas.
Severus tenía unas ganas locas de ver el caos, pero se controló. Se quedó en las mazmorras y se esforzó por que no le importara cómo iba todo.
No, de hecho, quería que le fuera mal. Quería que el equipo de Gryffindor fracasara estrepitosamente, como siempre. Malditos Gryffindors. No importaba quién fuera el capitán.

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