Agonizante...

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La muerte; algo tan desconocido pero temido por muchos sin embargo, ¿Por qué temer a algo que desconoces?

Desde pequeño, siempre estuvo presente. Empezó con la muerte de mis verdaderos padres hasta mi querida madre adoptiva, por ello creo que he perdido la razón de tenerle miedo a algo que ineludiblemente pasará tarde o temprano. Para algunos muy pronto o para otros, demasiado tarde.

La vida es efímera para estar torturándonos y obligando a nuestra mente a crear pavor por este hecho insondable.

Pero entonces... si toda mi vida he vivido con tranquilidad ¿Por qué ahora estoy llorando y suplicando por un día más? Oh, acabo de recordar el motivo.

No quiero dejar solo a quien ha sido la luz en mis noche más heladas y consuelo en mis pesadillas. No quiero apartarme de su lado.

Quiero seguir viéndolo dormir a mi lado mientras acaricio su cabello y no hay nada de qué preocuparnos excepto que desayunaremos en la mañana.

¿Es acaso mucho pedir?

Extraño los días en donde pasábamos la tarde en mi estudio entre tanto escribía mi novela y miraba como jugaba con Karl, leía mis libros o se sentaba en mi regazo para ayudarme con el estrés acariciando y besando mi rostro.

Todo puede cambiar tan drásticamente en tan solo un abrir de ojos, en un parpadeo o un respirar.

En un momento a otro, en tanto entraba por el umbral de la agencia, todo se volvió negro a mi alrededor escuchando los gritos preocupados de los agentes y las sillas removerse con rapidez pero mis oídos solo se concentraban a escuchar los gritos de Ranpo llamándome porque me despierte.

Sin embargo, en esos instantes tuve una epifanía que debí haber descubierto hace mucho pero que ignoraba vilmente. Los síntomas siempre estuvieron presentes pero ya era muy tarde.

Cuando desperté y no encontrarme en mi habitación me dejó congelado; el olor a alcohol impregnado en el ambiente no era nada agradable y el ardor de mis brazos por la agujas solo incrementaban mis ganas por salir de aquel lugar que deducía sería el último donde estaría, el hospital.

Un nudo se formó en mi garganta en cuanto la puerta del cuarto fue abierta por el detective y verlo con los ojos hinchados por tanto llorar; detestaba ver tristeza en aquellos orbes que antes brillaban y destellaban, ahora estaban apagados. Apenas me vio despierto se me abalanzó para abrazarme mientras suplicaba que no lo deje pero solo podía susurrarle palabras de consuelo y caricias por su espalda tratando de ahuyentar el llanto.

Tenía en mente lo que podría estar pasando pero que fue acertado cuando el doctor entró para dar la noticia de cómo mi vida estaba contada antes de su final.

— Según los análisis y tomografías que fueron tomadas han demostrado una deformación en el cerebro.. o para ser más exactos hemos hallado un tumor.

— P-Pero puede ser removido ¿V-Verdad?

La voz temblorosa y las lágrimas que comenzaban a acumularse en mi pequeño azabache me rompía el alma en dos y más aún cuando el especialista dio la fatídica respuesta. 

— El tumor ha ido creciendo en demasía que ahora no hay nada que se pueda hacer.. lamento tener que informarle que solo queda esperar.

Aunque la noticia fue un golpe duro para mí, el más afectado era Ranpo que lloraba desconsoladamente y soltaba gemidos de dolor que desgarraba cruelmente su garganta. Nunca lo había visto tan vulnerable que sin poder evitarlo, también empecé a llorar por mucho que me esforzaba por mantenerme firme para ser el soporte de mi prometido.

Agonizante...dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora